martes, 22 de noviembre de 2011

BALANCE DE LA PASTORAL VOCACIONAL EN USA





 Cuando viajo por las comunidades y parroquias, los verbitas suelen preguntarme: "¿Cómo van las cosas en Epworth, que es nuestro centro de Formación y Discernimiento vocacional para los Estados Unidos?" "¿Cuántos estudiantes hay" "¿Cuántos chicos nuevos han ingresado este ano?" o ¿Cuántos van al Noviciado? "  La respuesta suele ser corta: Las cosas van bien!   Al comienzo del semestre de otoño, había 107 inscritos, 45 candidatos SVD, y tres candidatos en el Programa de Asociados que viven en el Teologado de Chicago. Esperamos que seis de los candidatos del pre-noviciado, sean aceptados para el Noviciado el año próximo.  Pero, más que cantar victoria, debemos continuar orando por todos estos jóvenes.
En realidad, el número de candidatos en la formación inicial se ha incrementado en estos últimos anos. En agosto de 2008 sólo había 29 candidatos en Epworth. En agosto de 2010, había 45 candidatos y el Teologado tenía tres estudiantes para un total de 48 candidatos al pre-noviciado. En la actualidad, hay dos en el noviciado y 27 estudiantes en votos temporales en el Teologazo, lo que constituye un total de 74 jóvenes en formación.
Los estudiantes asociados son los jóvenes que ya tienen al menos un diploma de BA / BS.  La mayoría de ellos han completado su filosofía y están entrando en el Teologado. Por ejemplo, tres jóvenes se graduarán este año  en el DWC (Epworth) y tres el próximo año, la clase de segundo año tiene nueve estudiantes y ya prevemos una clase de graduados más grande para el 2013. Sé que los lectores se preguntaran, si hay 45 candidatos en Epworth, pero el total es de 107 estudiantes, que pasa con el resto? Buena pregunta. A raíz de la Resolución 2009 del Capítulo Provincial de la USC, el colegio DWC ha ampliado su misión. Además de los candidatos SVD, el Colegio ahora educa a otros misioneros, como unas 30 religiosas de más de diez congregaciones diferentes, incluyendo a las Hermanas Misioneras Espíritu Santo, Cistercienses, Glenmary y dominicanos. Hay dos seminaristas diocesanos patrocinado por los Misioneros de Maryknoll. Los dos primeros estudiantes laicos de una parroquia SVD de Jamaica comenzaron sus programas de Licenciatura en agosto de 2010.
Ahora que conocemos los números, ¿Cómo se explica el reciente aumento de candidatos? Hay muchos factores, pero creo que hay varios elementos clave en el reclutamiento y estrategias de acompañamiento que ayudan a explicar este reciente crecimiento. El especialista en Relaciones Humanas, Rob Kundert, él escribió: "Casi todo el mundo que viene a visitar a estos jóvenes que se preparan, con la ayuda de Dios, para ser religiosos misioneros, notan una especie de alegría que se vive en el Colegio en estos días. Hay una vibración sutil que comenzó cuando abrimos las puertas para aceptar un espectro más amplio de estudiantes. Hay una nueva atmósfera en el colegio, una nueva vida, nuevas energías y nuevas emoción!  Sí, de hecho uno puede sentir”. El hecho de recibir a otros estudiantes para una experiencia intercultural de formación en el DWC ha tenido maravillosos beneficios para los jóvenes que están discerniendo su vocación. Esto se nota también en los resultados académicos de los estudiantes. Creo que otro factor que contribuye a nuestro crecimiento es el cambio de formato. En el pasado, organizábamos los estudiantes en grupos grandes cada semestre, de un promedio de 40 o 50 jóvenes. Pero, nos dimos cuenta que no era fácil "acompañar" a un grupo tan grande. Hoy en día, los grupos son más reducidos y esto nos permite asesorar y acompañar a estos jóvenes de una manera más personalizada. Todo esto se suma a una buena experiencia para el candidato y aumenta la probabilidad de que continué su formación e ingrese al Noviciado, si Dios lo está llamando para la vida misionera.
Creo que estos son algunos de los factores que han contribuido al aumento de candidatos en la formación. Nuestros esfuerzos para llegar a la juventud de hoy a través de las nuevas herramientas de la comunicación, tales como las páginas Web con la información pertinente, los vídeos de Youtube y nuestra página de Facebook han ayudado también mucho. Somos más sofisticados en nuestros esfuerzos de marketing directo que combina el correo tradicional y el correo electrónico. La colaboración con las parroquias y Casas SVD, la publicidad impresa y en Internet, los contactos con otras congregaciones religiosas y diócesis, han ayudado en los esfuerzos de reclutamiento vocacional. Personas de contacto en las parroquias y escuelas,  todas ellas comprometidos con la tarea de conectarse con los jóvenes han tenido un impacto significativo en los logros alcanzados en el aumento de las vocaciones.
Evidentemente, el aporte más valioso ha sido la oración de nuestros hermanos y nuestros colaboradores laicos, incluyendo a las hermanas Rosadas, a nuestros bienhechores y amigos. Los rezos diarios, las horas santas, y las intenciones de Misa por las vocaciones han sido muy importantes en nuestro ministerio. Estas son sólo algunas de las razones para el aumento de los candidatos SVD de los últimos anos.
Damos gracias a Dios, por todo esto. Sin embargo, no podemos sentirnos satisfechos. Tenemos que seguir avanzando, estableciendo nuevas metas y trabajando duro para alcanzar los objetivos propuestos. Una convocatoria vocacional se llevó a cabo en Techny en septiembre de 2010. El grupo evaluó los datos estadísticos y varias encuestas, discutiendo las implicaciones que los datos podrían tener para nuestros esfuerzos de promoción vocacional. Varias ideas claves iluminaron y guiaron la reflexión, incluyendo el desarrollo de una "cultura de las vocaciones", proponiendo "mejores prácticas" con respecto a los esfuerzos de promoción vocacional, la identificación de los destinatarios, las cuestiones de personal, el uso de los medios de comunicación y otras varias sugerencias específicas.
Como pueden ver, cosas interesantes están sucediendo en la pastoral vocacional. De los números duros a los detalles cálidos, pasando por estrategias eficaces para el futuro, estamos avanzando en la esperanza. Como San Arnoldo dijo una vez: "Si tiene éxito el seminario, que sea debido a la acción de la gracia de Dios." Hasta ahora, hemos sido bendecidos con esa gracia de Dios y oramos para que el Espíritu Santo siga guiando nuestros esfuerzos para ayudar a los jóvenes a concretizar su vocación y llamado a la vida consagrada.
Sr. Len UHAL
Director Nacional de Pastoral Vocacional de la Sociedad del Verbo Divino en la USC

domingo, 20 de noviembre de 2011

ETAPAS EN EL PROCESO VOCACIONAL



1. BÚSQUEDA
    El proceso vocacional conoce de ordinario una etapa de búsqueda.
    El corazón de la persona, a partir de la adolescencia, está inquieto, se llena de interrogantes a los que desea encontrar respuesta adecuada. Esto es señal de vitalidad, de crecimiento, de querer caminar hacia la madurez. Es empezar a descubrirse y descubrir para qué se existe, por qué se ama y se sufre. Este momento es un momento privilegiado para abrirse a Dios y al hombre.
    Los «por qué» son de dos tipos: «a medida humana» (ciencia, experiencia) y los que rebasan esa medida: por qué existo, el sentido de la vida, del dolor, de la muerte (quién soy yo, qué voy a hacer de mi vida, qué quiere Dios de mí...), son esas cuestiones que tocan de alguna manera lo esencial de la vida y nos abocan al misterio («dilatación de la experiencia de realidad»).
   Ante estos interrogantes se pueden adoptar distintas posiciones:
·         la huida: pasar de largo; el absurdo; la dimisión depresiva.
·         apostar por un valor humano instrumental, no final (estético, científico... ideología, prestigio, poder...). Se absolutiza el valor y así se cierra el horizonte de otros.
·         cerrarse en un yo consumista, narcisista.
·         apertura a lo que tienen de «llamada» y de «personalización»: apertura a Dios o bien desde «yo doy sentido» bajo su mirada o bien "dejo que El me lo dé". Aquí se sitúa el interrogante vocacional.
    El acompañamiento en esta etapa consistirá fundamentalmente en:
  • despertar a los porqué, inquietar, poner en actitud de búsqueda.
  • iluminar los porqué, «transfinalizar» los interrogantes, para hacerlos «vocacionables».
  • pro-vocar directamente, proponer horizontes de sentido, llamar directamente: «No tengáis miedo en llamar. Introducíos en medio de los jóvenes. Id personalmente al encuentro de ellos y llamad. Los corazones de muchos jóvenes y menos jóvenes están dispuestos a escucharos» (Juan Pablo II, XVI Jornada de oración por las vocaciones; cfr. PDV 39).
2. CRISIS
    La vida del hombre es un continuo descubrimiento de sí mismo, de los otros, de la misma vida y de Dios, pero ese conocimiento progresivo no se va realizando exactamente según nuestros proyectos, sino a través de dificultades, pruebas y crisis. Se diría que estas tienen la función de mantenernos despiertos y activos. Por eso mismo, se convierten en períodos vitales realmente cruciales de los que depende en buena parte el éxito personal.
    La crisis son normales, inevitables e inseparables de toda forma de vida, también en el proceso vocacional. En la adolescencia-juventud se deben a las conmociones espontáneas de la personalidad o al curso normal del desarrollo. La falta de fluctuación puede indicar rigidez, obstinación, obsesividad, tendencia al fanatismo...
Significado de la crisis
    Una crisis es un estado temporal de trastorno emocional y desorganización, caracterizado principalmente por la frustración de las expectativas de la persona sobre su vida o por la incapacidad del individuo para abordar situaciones particulares utilizando los métodos acostumbrados hasta ese momento.
    Dicho de otro modo, las crisis son situaciones problemáticas transitorias en las que se resuelven favorable o desfavorablemente (¿de qué depende?) las oportunidades de la persona en relación con su futuro. Contienen generalmente un momento más decisivo en el que el sujeto se inclina hacia una vertiente o hacia otra.
    Es importante destacar su significado altamente positivo, aunque en ciertas ocasiones puedan causar graves trastornos o incluso el abandono del propio estilo de vida. Pero generalmente ayudan a tomar conciencia del estancamiento, de los propios límites, de la incapacidad para vivir el camino espiritual sin abrirse a la gratuidad de Dios y a la fuerza de su espíritu.
    Son una oportunidad de crecimiento.
Tipos de crisis
    Las crisis pueden ser circunstanciales (debidas a un suceso externo) o de desarrollo (paso de una fase de crecimiento a otra). Pueden tener un carácter sectorial o existencial, según se refiera a un nivel concreto del organismo o de la vida (de relación) o entre en juego todo el ser y toda la existencia del sujeto (de sentido).
    Una de las tentaciones más frecuentes, ante situaciones angustiosas, suele ser recurrir a los mecanismos inconscientes de defensa. El individuo se tranquiliza momentáneamente echando la culpa a los demás, descargando la responsabilidad sobre ellos; puede otras veces refugiarse en el activismo exagerado o mediante compensaciones negativas (alcohol, sexo, droga...).
    La solución posible proviene de mirar de frente la situación y de aceptar la responsabilidad personal en ella. La mediación del acompañante consiste precisamente en incitarle a preguntarse qué es lo que está sucediendo.
    La función del acompañante va dirigida hacia la superación positiva de los períodos de prueba, y se la puede sintetizar en las tres palabras siguientes: PREVENIR - ILUMINAR - MOTIVAR.     
    En concreto el acompañante ha de acompañar en la prueba, creer en las posibilidades de la persona y en su capacidad de respuesta, ayudarle a hacer una lectura de su vida desde la fe (conversión y confianza en Dios), ayudarle a rectificar y crecer fijándose nuevas metas y compromisos, infundirle esperanza.


3. DECISIÓN
    Cuando existe una buena información de posibilidades y de valores y de horizontes de necesidades vistas como reclamo-llamada de Dios surge el compromiso, y éste suele llevar a la decisión definitiva (cfr. Doc. II Congreso, n. 43).
    Este momento es uno de los más problemáticos hoy por el «miedo a compromisos definitivos« (cfr. La Pastoral de las vocaciones en las Iglesias Particulares, 1992, n. 75-76)
    En el proceso de búsqueda es de gran importancia que cada joven adopte su propia postura, más allá de la docilidad infantil y más allá también del rutinarismo y de la inercia. Encontrar a través de otros, sin tomarse la molestia de buscar, conduce a una peligrosa situación de superficialidad y provisionalidad. La decisión hay que considerarla siempre como personal, y no se debe suponer por la simple pertenencia a un grupo. Se trata de ser protagonista de la propia decisión (ser responsable).
   
    En el momento de la decisión pueden aparecer en el proceso vocacional miedos de diverso tipo:
  • Un primer capítulo son los miedos «sustanciales»: el mysterium fascinans tremendum (cfr. La zarza de Moisés; el «templum fervens» de Isaías; el «apártate de mí» de Pedro...).
    Hay que hablar del «miedo de Dios» (falsas imágenes de Dios ligadas a la historia personal-familiar o fruto de la catequesis), el «miedo a Dios« (otro te ceñirá...; cfr. la parábola de los talentos: tuve miedo de ti porque eres exigente... Mt 25, 14ss; el «miedo a amar y ser amado» (carencias de amor, experiencias de rechazo, expectativas de un amor «egoísta»).
  • Un segundo capítulo de miedos más «superficiales» pero más visibles, se suelen formular en estos términos:
     — no ser feliz
     — perder la libertad
     — equivocarse
     — soledad-afectividad
     — fallar-infidelidad
     — no ser «digno» de tanta grandeza o no ser capaz de tanta exigencia
    El acompañamiento tenderá a descubrir, reconocer y desenmascarar los posibles miedos y a «fortalecer en el espíritu». No olvidar que el adolescente-joven, no es abstracto, sino intuitivo y vital. No es exacto que la mejor estrategia para comprometer al adolescente sea la heroicidad y grandeza de las proposiciones. Es preferible apreciar al máximo la acomodación a sus recursos y a sus peculiaridades (discrepancia óptima). Se trata de ofrecer programas más realistas que imaginativos o idealistas, más inmediatos que utópicos.


domingo, 13 de noviembre de 2011

ATEQUESIS VOCACIONAL PARA JÓVENES




Te amo… ¿me amas?

EL GOZO DE SENTIRSE AMADO

        La experiencia más maravillosa del mundo es la de sentirse amado, querido, reconocido, sobre todo cuando menos lo merecemos; y la más desoladora y triste es la de ser rechazado, marginado y encontrarse solo y aislado.
Es verdad que, a veces, sucede que amamos “interesadamente”, únicamente porque recibimos un beneficio de la otra persona, y en cuanto no le necesitamos, le dejamos a un lado.
Comentamos en el grupo experiencias de este tipo:
• cuándo nos hemos sentido amados, queridos o reconocidos;
• cuándo hemos sido rechazados, aislados o ignorados;
• cuándo nos hemos visto utilizados o manipulados;

Algunos testimonios nos pueden ayudar a pensar: “..... ¿Cómo no explicar el fastidio que siento esta noche?... Mamá está todavía abajo, y sé que seguirá leyendo hasta pasada la media noche. Cuando suba por fin, si ve que todavía tengo la luz encendida, llamará a la puerta de mi habitación. Entrará. Vendrá hacia mí, vacilante y como tímida. Sólo preguntará: ¿Todavía estudias?... Como siempre, le contestaré cualquier cosa, excepto lo que podría darle a entender que necesito, que debería escucharme hasta el amanecer... Y me sentiré más solo que si no tuviera madre... ¿Por qué todo esto? Por la amargura de tener una madre que no se atreve a preguntarme:
¿Qué te pasa? ¿Qué tienes? Dime lo que quieres, cuéntame algo...” (Diario de Daniel)

“...El mes de septiembre sucedió el cambio de mi vida. Yo me aburría, y decidí leer un tebeo sobre la vida de San Agustín. Él había nacido en una familia cuya madre era cristiana, pero no se bautizó, y empezó a vivir una vida de diversión, triunfo y chicas. Pero se sentía vacío, y empezó a buscar la verdad. Y tras mucho sufrir y mucho buscar, se encontró con Dios, y su vida cambió, y pasó de ser un vividor, a ser sacerdote, obispo y santo. Cuando yo leí esto, me sentí identificado con él, y me pregunté: ¿quién es ese Dios que cambia así la vida de la gente?. Y en ese momento,
sentí la presencia de Dios y me di cuenta de que Él me había creado y de que me había amado hasta encarnarse y dar su vida por mí, y sólo me pedía que yo le amase a Él...” (Jesús Silva)

“Cada mañana siento que estoy viva, aunque mi cuerpo está paralizado y con mi boca no puedo decir “buenos días”. A pesar de todas las limitaciones, mi corazón sigue latiendo y sintiendo, y de mi cabeza sale todas las mañanas una mariposa que se eleva hasta el cielo y que, de mi parte, envía un beso a “Papá Dios” y le da en mi nombre las gracias por concederme un día más de vida. Este es un milagro que se repite cada día. Estrenar un día equivale para mí, a pesar de no salir de la habitación, a disfrutar de los rayos de sol que entran por el balcón”. (Olga Bejano, joven paralítica)

AMADO PERO ¿POR QUIÉN? HAY ALGUIEN…
Hay ALGUIEN que nos ama desde toda la eternidad, desinteresadamente, que nos conoce por nuestro nombre, que ha creado el mundo para nosotros: Dios.
El Dios cristiano, no es un ser lejano, frío, distante, como un relojero que ha puesto en funcionamiento el mundo y se ha desentendido. El Dios de los cristianos tiene un nombre y ese nombre es AMOR. Así lo manifestó a lo largo de la historia del Pueblo de Israel. Y ellos sintieron cerca la existencia de Dios, de un Dios cercano a sus necesidades y aspiraciones. ¿Cómo percibimos nosotros a Dios? ¿le sentimos cerca?
Para iluminar todo esto nos pueden ayudar estos textos de la Sagrada Escritura:
• Os 11,115: “Cuando Israel era joven, lo amé; yo enseñé a andar a Efraín, le alzaba en brazos; él no comprendía que yo le curaba. Con cuerdas humanas, con correas de amor le atraía; era para ellos como el que levanta a un niño contra su mejilla, me inclinaba y le daba de comer”.
• Sal. 102,1112: “Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles”.
• Sal. 22, 14: “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar”
• Is. 49,15: “¿Acaso puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, Yo no me olvidaré”

ESE ALGUIEN ES JESÚS, ROSTRO AMOROSO DE DIOS PADRE
Hablábamos, el otro día, del Amor de Dios. Un Amor que ha llegado a su mayor expresión en el envío de su Hijo Jesucristo al mundo, para entregar su vida por nosotros. Jesucristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Veámoslo leyendo el texto de Jn 10,1417.
Jesús, con su vida y su palabra, con sus gestos, con su mirada y, de modo especial, con su muerte en cruz y su Pascua nos muestra el amor de Dios Padre para con nosotros. Un manantial de Amor inagotable, que no mira si merecemos ser amados o no… ¡sólo nos ama! ¿Qué palabras o hechos de Jesús manifiestan su amor? Escríbelos.










SIGUE LA “CORRIENTE”...

          Esta “corriente” de amor de Dios, manifestada en Jesucristo su Hijo, se prolonga en los cristianos y de modo especial entre aquellos que han sido invitados por Él a entregar su vida en totalidad al servicio del Reino: los SACERDORTES.
¿Qué sacerdotes conocéis?
¿Cómo manifiesta el sacerdote el amor de Dios? Vamos a descubrirlo entre todos.









¿SACERDOTES?
          Los sacerdotes no caen del cielo, nacen en una familia. Un día, siendo jóvenes, o no tanto, escucharon la invitación de Jesús a seguirle y no se echaron atrás. Los jóvenes que quieren ser sacerdotes se preparan en el Seminario, hasta que un día sean llamados por el Obispo para ser sus colaboradores.
¿Conoces el Seminario?
¿Sabes cuánto seminaristas se forman en él? ¿Qué hacen? ¿Cómo viven?
¿Crees que son felices? ¿Por qué? Mejor dicho ¿por Quién?

EL SEMINARIO
El Seminario es el semillero de vocaciones. Es el lugar donde, en un ambiente de familia, de convivencia, de estudio, de oración, de vida cristiana, de diversión, etc. algunos chavales, como tú, se preguntan algo fundamental para la vida: ¿QUÉ QUIERE DIOS DE MI? ¿acaso que sea sacerdote?

El Seminario es, por eso,
el tiempo propicio para hacer una experiencia de Jesús, como los tres años que pasó Jesús con sus discípulos, para poder decir como ellos: "HEMOS ENCONTRADO AL SEÑOR"
Tiempo para hacerse la pregunta: ¿Qué quiere el Señor de mí?
Tiempo para aprender que el más importante es el que más sirve;
Tiempo para descubrir las necesidades de la Iglesia;
Tiempo para experimentar la cercanía de Dios, que es Amor;

Y YO ¿QUÉ PUEDO HACER?

Escuchar al Señor, dedicando cada día un tiempo a la oración.
Orar por el Seminario y por las vocaciones.
Plantearme, con seriedad, la pregunta: ¿qué quiere el Señor de mí? y responder generosamente, sin miedo, sabiendo que esa respuesta afirmativa será la puerta para mi felicidad.
Potenciar la actitud de servicio a los demás a mi alrededor.

Seminario Diocesano “Santo Domingo de Guzmán”.
C/Rodrigo Yusto, 33. 42300 El Burgo de Osma
web: www.seminariodeosmasoria.org .
 email: pastoralvocacional@osmasoria.org

CATEQUESIS VOCACIONAL




Destinatarios: jóvenes de 17-18 años (2º Bachillerato), de clase media

Objetivo: Ayudar al joven a responder al desafío de ser cristiano.


1. MOTIVACIÓN:

Comentar una noticia de actualidad (ofrecida en un periódico y copiada para todos, o grabada en vídeo de la TV) que haya impactado: vgr. Asesinato de los niños en ARKANSAS (se puede elegir también una noticia positiva) y trabajar sobre las siguientes preguntas:

• ¿qué les parece?
• ¿cómo vivimos nosotros la violencia? (o el tema de que se trate)
• ¿dónde está el principio de la violencia?
• ¿qué tipo de sociedad construimos?
• ¿cuál es tu papel en esta sociedad?


2. ILUMINACIÓN:

Se lee el texto de Lc 1, 26-38 con la clave “María protagonista de sus sociedad y de su tiempo” y se comenta la pregunta: ¿qué os dice el texto? Se les entrega el texto con las siguientes preguntas para la reflexión:

* ¿a qué situación o necesidad responde?
* Actitudes cristianas que descubrimos en María
* Actitudes de María ante el problema
* ¿Qué actitudes de María tenemos y cuáles nos faltan?


3. IMPLICACIÓN:

Para el diálogo:

• Nosotros como creyentes ¿qué necesidades descubrimos en nuestra sociedad que reclaman nuestra ayuda?
• ¿Qué os ha dicho el tema?

Decidir un compromiso con ellos. Podemos sugerir: la oración, una campaña de solidaridad, o un compromiso de esfuerzo con el grupo (vgr. la puntualidad).


www.marianistas.org

martes, 1 de noviembre de 2011

INDIVIDUO Y COMUNIDAD



     Me han pedido que medite junto con ustedes sobre la relación entre individuo y comunidad, sobre la importancia de la vida comunitaria en la vida religiosa. La necesidad de reflexionar sobre este tema proviene también del hecho de que la relación entre el religioso y su comunidad parece ser cuestionada por el Estado que, en distintas situaciones, no tiene en cuenta la pertenencia a comunidades de vida, sobre todo cuando se trata de comunidades religiosas.

Un problema de siempre
      Pero el problema de la dificultad de relación entre los individuos y las comunidades a las que pertenecen, ¿nace verdadera y principalmente de la actitud de las instancias civiles, de la cultura laica que nos rodea, de la sociedad post-cristiana en la que estamos inmersos? Esta es la impresión que tenemos. Sin embargo, si miramos hacia atrás en el tiempo, a través de los siglos, debemos reconocer que este problema no ha nacido en nuestros días. Podemos encontrar esta misma dificultad en el hombre del siglo XX, del XIX, del XVIII, y así sucesivamente. De este modo, llegaríamos hasta el hombre del siglo sexto, del que tanto se ocupó San Benito, hasta encontrarnos con el hombre de la época de los padres y madres del desierto.
      Escuchad, por ejemplo, este pasaje de una carta de visita de dos abades de la Orden Cisterciense dirigida a mis antepasados de la Abadía de Hauterive en 1486:
       "Nunca y en ninguna parte se observa el silencio, como si no estuviese ordenado. No duermen en un dormitorio regular, sino que cada uno tiene su habitación encima de las bóvedas del claustro. Si el monasterio se cerrase por la noche, no podrían salir, pero no lo cierran nunca. No van a cantar en el Coro dando gracias, como es costumbre en la Orden, sino que dan gracias en una especie de cantina, donde comen siempre, no a un solo lado de la mesa, como los religiosos, sino a la manera de los clientes de las tabernas (taberneros) con los familiares y empleados. Por tanto, tienen un refectorio bastante bueno, si se restaurase un poco (...). Los monjes jóvenes del monasterio son ignorantes, rebeldes y muy mal instruidos, sin conocimiento del salterio, de los himnos, de los cánticos, de las antífonas y de otras cosas necesarias; mal disciplinados, no conocen nada de las ceremonias de la Orden. De este mal es causante el abad, que los acepta como monjes antes de que sepan lo que deben saber, y después no lo aprenden jamás, por lo que no dan ninguna esperanza de futuro, ¡a menos que Dios les ayude! (...) El Señor abad es muy mezquino y codicioso: no adora más que al dios dinero. (...) Los monjes poseen cosas, no obedecen porque nadie les manda, el abad es lento y no hay cosa que más le divierta que la avaricia (...). [Sobre la Sarine] pasan todo el tiempo algunos barcos (...) en los que viajan hombres y mujeres de toda clase; y en el monasterio hay una taberna pública, llevada por ciertos religiosos, en los que hay siempre mujeres disolutas y hombres que les conducen y que se baten entre ellos, por lo que nacen muchos escándalos, incluso para los religiosos, por su falta o las faltas de otros; y el monasterio lo mismo, a causa de esta taberna y del barco, que es para todos un camino común y abierto, aunque podría ser de otra forma. ¿Pero quién hace algo? ¡Nadie! "(Texto en latín en: Mélanges à la mémoire du P. Anselme Dimier, Arbois, 1984, pp. 179-181)
      La relación entre el individuo y la comunidad ha sido siempre problemática, siendo amenazada con la disociación. Hay en el hombre una fuerza que parece alejarle de la vida comunitaria. Hoy lo llamamos "individualismo", mientras que nuestros padres hablaban de "singularitas". San Benito explica claramente el tema de la confrontación del hombre y esta tendencia al individualismo en el primer capítulo de su Regla. Si los anacoretas y ermitaños, "formados por una larga probación en el monasterio" y que habían aprendido “con la ayuda de los hermanos a luchar contra el diablo," están preparados para pasar "de la comunidad de los hermanos al combate solitario del desierto -ad singularem pugnam eremi-"(RB 1,3-5), los sarabaítas " viven dos o tres juntos, o incluso solos (singuli), sin pastor, encerrados en su propio rebaño, y no en el del Señor "(RB 1.8).
      Hay una soledad que es la cumbre de la vida comunitaria, que brota como una fruta madura de la vida comunitaria, una soledad que surge del ejercicio y de la experiencia de maduración y de desarrollo de sí misma que la vida común ofrece y pide al individuo.

Ya en Jerusalén
      Pero para comprender mejor estas afirmaciones tan claras y nítidas de San Benito, retrocedamos en el tiempo y en la historia de la tensión entre individuo y comunidad, para llegar a la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén. El primer problema interno en la comunidad, el primer escándalo dentro de la Iglesia de Cristo, y la primera manifestación del individualismo que llegó a herir la comunión, la encontramos en el episodio del fraude de Ananías y Safira.
      Esta escena describe un poco del pecado original en la Iglesia que acaba de ser animada por el Espíritu de Pentecostés. Un pecado original que, una vez más, es perpetrado por una pareja, y que nos puede aclarar el tema del que tratamos.
      Pienso que encontrar referencias en la Sagrada Escritura de lo que vivimos, de lo que nos ocupa y preocupa hoy en día, es esencial para nosotros, a fin de vivir las circunstancias y los problemas actuales bajo una luz que los esclarezca, permitiéndonos verlos y discernirlos, comprenderlos y, si es posible, hacer algo más que constatarlos, exponerlos, sufrirlos y compadecernos por ello.
      No se trata de hacer fundamentalismo bíblico. El fundamentalismo bíblico se encuentra allí donde la Palabra de Dios se pone en el lugar de la realidad. La Palabra de Dios no es un sustituto de la realidad, sino que la ilumina, por lo que nos ayudará a ver la realidad más nítida, en todas sus dimensiones, en toda su verdad. La acción de la Palabra de Dios en la realidad humana no es la de crear situaciones ideales, fácilmente utópicas, sino suscitar y motivar un movimiento de libertad hacia el bien, que se llama conversión. Una realidad humana juzgada o, mejor, discernida por la Palabra de Dios, se convierte en una realidad frente a la que, y en la cual, la libertad se ve trazada como un camino de conversión, un camino donde el cambio de la realidad comienza y se cumple en el corazón del hombre, en el corazón de la realidad creada
      Así pues, meditemos en el episodio del fraude de Ananías y Safira, que toca muy de cerca nuestro tema.
      La comunión de bienes fue desde el principio de la Iglesia un signo de pertenencia a la comunidad. Como subrayará más tarde san Benito, se trata de pasar del “suyo” al “nuestro” de las “cosas propias” a las “cosas del monasterio” (RB 58,26). El gesto de poner sus bienes a la disposición de la comunidad era un testimonio concreto y real de pertenencia. Las cosas, sobre todo los vestidos, son símbolo de la persona. Dar todos los bienes, despojarse, quería expresar la afirmación de ser completamente para la Iglesia, para el Cuerpo de Cristo, es decir, para el mismo Cristo. Era un signo de pertenencia de la persona y no solo un gesto de sostenimiento de las obras de la Iglesia, y, sobre todo, en los inicios, cuando la obra de la Iglesia era la misma Iglesia, pues los pobres no eran ayudados solamente con dinero, sino que se consideraban los miembros privilegiados del Cuerpo de Cristo. Lo que se les ofrecía era, primeramente, la fraternidad, la pertenencia a la comunidad como respuesta a la necesidad fundamental de la persona, que era la de poder unirse a Cristo Salvador. No era el dinero lo que les traía, sino la pertenencia, y es en esta pertenencia donde se les hacía partícipes también de los bienes materiales.
      La comunión de bienes, siendo un signo, un testimonio de pertenencia a la comunidad cristiana, tenía que ser libre, no obligatoria. Y la Iglesia sabía que la libertad de cada ser humano es siempre el fruto de una maduración, de un camino, y que no se puede improvisar una decisión plena y definitiva. Incluso la decisión plena y definitiva del martirio sangriento es el resultado del viaje misterioso de la fe y el amor que Dios nos da. Esteban se ha entrenado en su compartir diaconal de los bienes y con el testimonio de la predicación, antes de compartir para Cristo y la Iglesia su vida y su sangre.
      La simulación de Ananías y Safira es grave, no porque engaña a la comunidad sobre su generosidad, sino porque engaña con respecto a su libertad de pertenencia a la misma. Han simulado ser totalmente libres de pertenecer completamente a la comunidad. No han querido admitir delante de todos que su libertad estaba aún en camino, que no estaba dispuesta a sacrificarlo todo, que tenían necesidad de tiempo, de la ayuda de la comunidad y de la gracia de Dios para crecer.
     Pertenecer a la comunidad cristiana es necesario para la Salvación, pero esta pertenencia ha de ser libre, y para ser libre debe ser verdadera, real. La mentira destruye la verdad de la libertad y, en consecuencia, de la pertenencia a la comunidad que nos abre al camino de la Salvación.

Pertenencia plena en la Trinidad
      Pero en el episodio de Ananías y Safira, sobre todo en las palabras de Pedro dirigidas a cada uno de los esposos, se nos presenta el sentido último de la cuestión. Pues, hasta aquí se podría creer que la honestidad con relación a la comunidad sería el valor y el criterio máximos de coherencia, de libertad, de verdad. ¿Pero, qué distinguiría a la comunidad cristiana de cualquier grupo sectario o fundamentalista?
      Señalemos que este peligro permanece también, y, sobre todo, para las comunidades cristianas en general y para las comunidades religiosas y monásticas en particular. Cuántas veces la exigencia del sacrificio de lo individual y personal se basa en el valor de la dedicación a la comunidad como tal, a su proyecto de vida, su identidad, su tradición su estilo, la reputación, etc.
      Los problemas de la relación entre individuo y comunidad que hemos mencionado anteriormente, ¿no proceden de una pretensión voluntarista en la que la comunidad se reduce a la estación terminal del camino de la vida, de la vocación, del sentido de la vida de los individuos?

      En efecto, ¿qué dice san Pedro a Ananías y Safira?
      "Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué dejaste que Satanás se apoderara de ti hasta el punto de engañar al Espíritu Santo, guardándote una parte del dinero del campo? ¿Acaso no eras dueño de quedarte con él? Y después de venderlo, ¿no podías guardarte el dinero? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? No mentiste a los hombres sino a Dios»”(Act 5,3-4)." Y a Safira le dijo: «¿Por qué os habéis puesto de acuerdo para tentar así al Espíritu del Señor?»". (Act 5,9).
      En sendos reproches que dirigió a cada uno de los cónyuges, Pedro menciona al Espíritu Santo. Reconduce su acción no a lo que han hecho a la comunidad, sino a lo que han hecho contra el Espíritu Santo. Ananías y Safira no han traicionado y engañado a la comunidad, sino al Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo. Han traicionado y engañado a la Trinidad.
      Esto significa que para Pedro, para los apóstoles, el sentido último de las decisiones que cada persona debe hacer en relación a la comunidad cristiana, las opciones que pueden ser también un sacrificio no están en relación con la comunidad como tal, sino en relación con la comunión de la Trinidad, con el Amor que es Dios, el Amor que une al Padre y al Hijo. El sentido último es la Trinidad, la comunión de las tres Personas divinas, tal y como el Hijo nos la revela y nos hace partícipes de la misma: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor "(Jn 15,9).
      Conocer y vivir la comunión trinitaria es el sentido último de cada persona y cada comunidad. Es aquí donde se encuentra el sentido último de cada persona y de cada comunidad. La comunidad cristiana sólo tiene sentido en la medida en que permite al individuo a entrar, por la gracia de Cristo y el Espíritu Santo, en la Comunión trinitaria, origen y fin de todas las cosas, el origen y finalidad del corazón humano, de todo corazón humano.

¿Comunidades abusivas?
      Cuando todo lo que una comunidad ofrece y pide no está al servicio de este origen y fin últimos, se cae, en el fondo, en el abuso. Sólo si se mira siempre a la Comunión Trinitaria como horizonte constante y último de la comunidad, se puede acoger a cada individuo en el respeto de su libertad y, sobre todo, en el respeto del tiempo de crecimiento y maduración que necesita.
      El horizonte de la comunión trinitaria está abierto a nosotros, siempre en Cristo, en el misterio pascual, en el don del Espíritu. "Como el Padre me ha amado, así os he amado. "Está hecho, está cumplido. Pero este horizonte permanece abierto, en la espera paciente de nuestro progreso, de nuestro libre consentimiento, de nuestro regreso, a la casa del Padre. Es un horizonte esencialmente, ontológicamente, misericordioso. El hecho de que se haya abierto por nosotros y para nosotros se debe a que es misericordioso, dispuesto a aceptar incondicionalmente nuestra miseria, nuestra resistencia, nuestro rechazo a la comunión. La Trinidad es paciente en todos los sentidos de la palabra: "sufre" por nosotros en la Pasión del Hijo. Nos "soporta" en la Misericordia del Padre. Nos "compadece" en la gracia del Paráclito.
      Ananías y Safira han blasfemado la comunión trinitaria, ya que simulan un gesto que da a entender que habían alcanzado la perfección de la comunión. Si hubieran dado un céntimo, o nada en absoluto, diciendo: "Todavía no son capaces de vivir la comunión", habrían podido continuar su camino comunitario hasta el final, acompañados y ayudados por la comunidad y la gracia de Dios .
      En este episodio, son ellos mismos los que han abusado de la comunidad. Pero creo que es más útil para nosotros, en la situación actual de la relación de las individuos con nuestras comunidades, el darnos cuenta de que si en muchas ocasiones las comunidades no parecen ser lugares capaces de favorecer el crecimiento y la maduración de los individuos, en la pertenencia y la comunión, esto puede deberse a que exigen la conversión de los mismos demasiado rápidamente, mientras que, paradójicamente, no les exigen hasta el final el fin último, que es la Comunión trinitaria.
      Creo que hoy, el verdadero problema de la relación entre el individuo y la comunidad estriba con frecuencia en nuestra concepción de la comunidad. Sin casi darnos cuenta, tenemos un concepto de la comunidad sutilmente abusivo, abusivo de la libertad de las personas y de su vocación fundamental. Nuestra concepción de la comunidad cristiana es injusta cuando no es trinitaria, cuando el horizonte de lo que nos pedimos a nosotros y a los demás, con relación a la comunidad, no se entiende desde el Origen y el Fin de toda comunión, que es la Trinidad.
La conversión de las comunidades
     Esto significa que, quizás, la primera conversión que se requiere ante las dificultades de relación actuales entre el individuo y la comunidad es la conversión de las comunidades. Antes de reclamar la conversión de los individuos, es necesario que se conviertan las comunidades. En la Iglesia de Cristo, la primera conversión es la de la comunidad, no la de los individuos, porque es el Espíritu el que realiza la conversión de los grupos de fieles reunidos en los lugares de comunión trinitaria. Pentecostés es la primera conversión de la Iglesia, y todas las conversiones individuales son la consecuencia de ésta. Las conversiones y carismas individuales, como en el caso de san Pablo, son llamadas del Espíritu a integrar el Espíritu de Pentecostés, el Cenáculo. Dicho de otro modo: la comunión de los santos es primeramente una santa comunión, adhiriéndose a ella los fieles son santificados a impulsos del Espíritu, que actúa en los sacramentos, en la Palabra y a través de sus dones y carismas.
      En cierto sentido, el individualismo de las comunidades es peor que el de las personas. Porque hay un individualismo de las comunidades que se da cuando una comunidad se encierra sobre su propio proyecto, sea el que sea, a menudo muy religioso y espiritual, en lugar de estar al servicio del plan de Dios, que es el de asociar a todos los hombres en la comunión del Padre y el Hijo en el Espíritu Santo.
      Lo que nos hace individualistas es el rechazo, voluntario o inconsciente, de la pobreza de corazón, que consiste en ofrecer a Dios el espacio vacío de nuestra necesidad de Él, de nuestra sed de amor, de la alianza, de la comunión de la que Él es la Fuente. Pero los individuos no pueden captar la belleza de la comunión si las comunidades no les dan esa experiencia y el gusto de la misma. A menudo, complicamos este testimonio deteniendo nuestra atención y la de otros en la propia comunidad, y, sobre todo, en la imagen que queremos que ésta tenga. No permitimos que nuestras comunidades sean transparentes sobre la Trinidad, que sean ventanas por las que pueda surgir una luz diferente a lo que pretendemos.
     
       ¿Cuál es esta transparencia? Es nuestra pobreza, nuestra pequeñez, nuestra miseria.
      En la primitiva comunidad cristiana, reunida en el Cenáculo, existe un paradigma de dimensión contemplativa de la Iglesia en la pobreza que es tan simple que no lo señalamos nunca y, por tanto, no pensamos en imitarla y cultivarla. "Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático. Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos."(Hechos 1,12-14).
      Esta comunidad, si se mira de cerca, es bastante pobre. No hay más que personas que sólo ahora son verdaderamente conscientes de su miseria, de su mezquindad, de su incapacidad para contar con sus propias fuerzas. María también es consciente de no ser nada sin la gracia de Dios que la llena. Esta pobreza los une y los hace disponibles a la gracia de Dios. La dimensión contemplativa de su asamblea es alimentada e incluso compuso su miseria aceptado y ofrecido.
      Cuando hablamos hoy de "dimensión contemplativa”, pensamos inmediatamente en una espiritualidad abstracta, separada de la vida. Pensamos sobre todo en una dimensión esencialmente individual, privada. Creo que lo que Occidente ha perdido en la época moderna es el ancla de la dimensión contemplativa en la comunidad cristiana, la conciencia de que es sobre todo la comunidad la que es "contemplativa", la que garantiza el acceso al "Templo" de la relación con Dios. De aquí ha surgido la crisis litúrgica de la Iglesia, que no ha comenzado después del Concilio, pues no se trata de una crisis de las formas litúrgicas o rituales, sino de una crisis de la relación entre la piedad personal y la devoción de la Iglesia, entre la oración personal y la oración de la comunidad cristiana. Se podría decir que la crisis está en la ruptura entre la oración en la habitación (cf. Mt 6,6) y la oración del Cenáculo. La puerta cerrada para la oración secreta ya no coincide con la puerta del Cenáculo, donde la presencia del Señor Resucitado llega a atravesar y donde el Espíritu de Pentecostés abre completamente para el testimonio de Cristo en el mundo. Estas dos habitaciones, la habitación secreta, personal, y la habitación superior del Cenáculo, eclesial, comunitaria eucarística, no coinciden más, son dos habitaciones diferentes que se eligen según el gusto y la sensibilidad. Por tanto, una vez más, lo que las unirá será sencillamente el sentido de nuestra pobreza. La única puerta que hará posible la comunicación entre la cámara secreta de nuestro corazón y la habitación alta de la comunión de la Iglesia es nuestra necesidad radical de Dios.
      Si nuestras comunidades fueran principalmente lugares donde estamos juntos para presentar a Dios la pobreza de nuestro corazón, cada individuo se sentiría movido a unirse a nosotros, atraído en su pobreza, que no sabe dónde descansar. Pues el individualismo es la salida que toma ante la miseria de su propio corazón. Toda la sociedad nos impulsa a esta huida, pero a menudo también nuestras comunidades de Iglesia, que parecen pedirnos una fuerza y empuje suplementarios, en lugar de ofrecernos el descanso al que nos invita y atrae Cristo, por la humildad y la dulzura de su Corazón, el descanso de Cristo que es el don del Paráclito.
      El individualismo nos molesta, especialmente a nosotros, los superiores de las comunidades monásticas, que tenemos constantemente ante nuestros ojos a nuestras ovejas. Nos molesta porque sentimos que es un fracaso de nuestra misión de pastores, y vemos el mal que estos hermanos se hacen al elegir esta estéril autonomía.
     Pero, en realidad ¿no es precisamente para esto para lo que ha venido el Hijo de Dios a este mundo? ¿No ha venido a reunir en la unidad de su Cuerpo a los hijos perdidos del Padre en la humanidad entera? ¿No es el individualismo el resurgimiento constante del pecado original, como el orgulloso rechazo del Dios que es comunión? En el individualismo no solo encontramos el orgullo de Adán, que quiere ser dios sin Dios, sino también su miedo y su vergüenza ante su desnudez y su miseria, que lo hacen vulnerable ante un mundo que se le ha vuelto hostil. El individuo individualista al que nos enfrentamos, también en nosotros mismos, es en el fondo el hombre que tiene necesidad de redención, de una liberación de los lazos porlos  que él mismo se ata a falsas seguridades.
      ¿No deberíamos entonces comenzar por el hecho cristiano como tal? La situación del hombre de hoy, de la Iglesia de hoy, de nuestras Órdenes y comunidades, de nuestros hermanos y hermanas de hoy, ¿no nos pediría, sencillamente, como a cada generación desde hace dos mil años, comenzar por lo que Cristo ha venido a hacer en este mundo, es decir, comenzar por aquello por lo que Él permanece presente y vivo en medio de nosotros?
      La verdadera cuestión, el verdadero reto no es saber resolver los problemas del hombre de hoy, sino ofrecerle el acceso a la Salvación, al Salvador. ¿Y cómo sino descubriéndole presente en medio de nosotros como Él prometió: "Cuando dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20).
     “Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»"(Mt 28,16-20).
      ¡Postrados ante el Resucitado con nuestras dudas! ¿No es quizá un poco nuestra actitud? Pero Él se acerca aún más a nosotros y pone todas nuestras preguntas en sintonía con su poder y su presencia, base para iluminar y dar energía a la misión de la Iglesia, y la nuestra es poner a todos los hombres del mundo en comunión de amor con la Trinidad.

P. Mauro-GiuseppeLepori, Abad General O. Cist.
París, 4 de Noviembre de 2010