Con esta fiesta de Jesucristo Rey del Universo concluimos el
presente Año Litúrgico, para comenzar el próximo domingo con el Adviento, en
preparación para la Navidad.
Las lecturas de hoy, entonces, nos hablan del reinado de
Cristo. El Evangelio nos trae el interrogatorio de Pilatos a Jesús y sus
respuestas. Poco, poquísimo, habló Jesús en el injustísimo juicio sumario
a que fue sometido, pero algo de lo que sí habló fue de su Reino, el Reino del
cual El es Rey.“Tú lo has
dicho. Sí soy Rey ... Pero mi Reino no es de aquí, no es de este
mundo” (Jn. 18, 33-37),fue la
respuesta que dio Jesús, cuando Pilatos quiso precisarlo para ver si, tal como
estaba siendo acusado, pretendía ser rey de los judíos.
Y, efectivamente, Jesús no es rey de este mundo. El
mismo lo dijo durante ese interrogatorio acelerado que tuvo lugar antes de ser
condenado a muerte: “Si mi Reino fuera de este mundo, mis
servidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos”.
Los reinos de este mundo son temporales por más largos que
sean, pues aún los vitalicios terminan algún día y son sustituidos por
otros. Los reinos de este mundo son limitados, porque por más que ocupen
grandes territorios y ejerzan influencia en la tierra entera, tienen como
límite sus fronteras o las fronteras hasta donde llegue su influencia y su
poder. Por más poderosos que se crean los reyes de la tierra, su poder es
limitado en el tiempo y en el espacio.
Cristo no vino a establecer un reinado así. Su reinado
será diferente a los reinados de la tierra. Su reinado será como es Dios:
eterno e infinito, sin límite de tiempo ni de espacio. Su reinado
nunca se acabará y su reino nunca será destruido. Y ese reinado ya comenzó,
pero será establecido definitivamente y para siempre en la Parusía, en su
segunda venida en gloria.
La Primera Lectura es del Profeta Daniel, quien desde el
Antiguo Testamento hace ya referencia al reinado de Cristo:
“Entonces
recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y
naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará,
porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido” (Dn. 7,
13-14).
Llegado el momento del reinado de Cristo, se acabarán todos
los poderes temporales y sólo existirá el poder de Dios.
Todos seremos sus súbditos, pero ¡qué clase de súbditos!
Todos estaremos sometidos a El, pero ¡qué clase de sometimiento! Pues
seremos coherederos y reinaremos con El. Es lo que nos quiere decir San
Juan en la Segunda Lectura tomada del Apocalipsis: “Ha hecho de nosotros un reino de
Sacerdotes para su Dios y Padre” (Ap.1, 5-8).
Esto mismo lo expresa muy bien San Pablo cuando nos dice que
somos hijos de Dios y herederos con Cristo: “Ustedes recibieron el Espíritu que los hace exclamar ’¡Abba,
Padre!’. El mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos
de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos. Y nuestra
herencia es Dios, y la compartiremos con Cristo; pues si ahora sufrimos con El,
con El recibiremos la Gloria” (Rom. 8, 15-17).
Ahora bien, ¿cómo será ese momento cuando Cristo venga a
establecer su Reino? La Sagrada Escritura, en boca de Jesús o de los
antiguos profetas y en la pluma de los Apóstoles, nos trae repetidas
descripciones de esa segunda venida de Cristo: “Vi a alguien
semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo”, leemos
en la Primera Lectura del Profeta Daniel.
“Entonces
verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad” (Mc.
13, 26), nos decía el mismo
Jesús en el Evangelio del domingo pasado.
“Miren:
El viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquéllos que lo
traspasaron”, nos dice la
Segunda Lectura de hoy.
Será ése el momento de la complementación definitiva del
reinado de Cristo, aquel Reino que El mismo refirió a Pilatos y del que tanto
habló en sus predicaciones cuando estuvo en la tierra. He aquí algunas
citas de Jesús sobre su Reino: “Busquen
primero el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura” (Mt. 6,
33).
“No es el que
dice ¡Señor! ¡Señor! el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace
la voluntad de mi Padre” (Mt. 7, 21).
“Les aseguro
que si no cambian y vuelven a ser como niños, no podrán entrar al Reino de los
Cielos” (Mt. 18, 3).
También el Apóstol San Juan nos da en la Segunda Lectura,
tomada del Apocalipsis, algunas referencias del reinado de Cristo. El es“el Alfa y el Omega”, principio
y fin de todo. Recordemos que a Moisés Dios se le reveló como “Yo soy el que soy” (Ex. 3, 14). Y
a San Juan, el discípulo amado, se le revela como “el que es, el que era y el que ha de venir, el Señor del universo” (Ap. 1, 8).
Dios siempre ha sido, es y será. Y vendrá de
nuevo. Sí, volverá para mostrar su realeza, para mostrar que es “el Señor del universo”, el
Todopoderoso. Y, tal como anunció el Arcángel Gabriel a la
Santísima Virgen María “gobernará por siempre a su pueblo y su
Reino no tendrá fin” (Lc. 1, 33).