Te amo… ¿me amas?
EL GOZO DE SENTIRSE AMADO
La experiencia más maravillosa
del mundo es la de sentirse amado, querido, reconocido, sobre todo cuando menos
lo merecemos; y la más desoladora y triste es la de ser rechazado, marginado y
encontrarse solo y aislado.
Es verdad que, a veces, sucede que amamos “interesadamente”, únicamente
porque recibimos un beneficio de la otra persona, y en cuanto no le
necesitamos, le dejamos a un lado.
Comentamos en el grupo experiencias de este tipo:
• cuándo nos hemos sentido amados, queridos o reconocidos;
• cuándo hemos sido rechazados, aislados o ignorados;
• cuándo nos hemos visto utilizados o manipulados;
Algunos testimonios nos pueden ayudar a pensar: “..... ¿Cómo no explicar
el fastidio que siento esta noche?... Mamá está todavía abajo, y sé que seguirá
leyendo hasta pasada la media noche. Cuando suba por fin, si ve que todavía
tengo la luz encendida, llamará a la puerta de mi habitación. Entrará. Vendrá
hacia mí, vacilante y como tímida. Sólo preguntará: ¿Todavía estudias?... Como
siempre, le contestaré cualquier cosa, excepto lo que podría darle a entender
que necesito, que debería escucharme hasta el amanecer... Y me sentiré más solo
que si no tuviera madre... ¿Por qué todo esto? Por la amargura de tener una
madre que no se atreve a preguntarme:
¿Qué te pasa? ¿Qué tienes? Dime lo que quieres, cuéntame algo...” (Diario de Daniel)
“...El mes de septiembre sucedió el cambio de mi vida. Yo me aburría, y
decidí leer un tebeo sobre la vida de San Agustín. Él había nacido en una
familia cuya madre era cristiana, pero no se bautizó, y empezó a vivir una vida
de diversión, triunfo y chicas. Pero se sentía vacío, y empezó a buscar la
verdad. Y tras mucho sufrir y mucho buscar, se encontró con Dios, y su vida
cambió, y pasó de ser un vividor, a ser sacerdote, obispo y santo. Cuando yo
leí esto, me sentí identificado con él, y me pregunté: ¿quién es ese Dios que
cambia así la vida de la gente?. Y en ese momento,
sentí la presencia de Dios y me di cuenta de que Él me había creado y de
que me había amado hasta encarnarse y dar su vida por mí, y sólo me pedía que
yo le amase a Él...” (Jesús Silva)
“Cada mañana siento que estoy viva, aunque mi cuerpo está paralizado y con
mi boca no puedo decir “buenos días”. A pesar de todas las limitaciones, mi
corazón sigue latiendo y sintiendo, y de mi cabeza sale todas las mañanas una
mariposa que se eleva hasta el cielo y que, de mi parte, envía un beso a “Papá
Dios” y le da en mi nombre las gracias por concederme
un día más de vida. Este es un milagro que se repite cada día. Estrenar un día
equivale para mí, a pesar de no salir de la habitación, a disfrutar de los
rayos de sol que entran por el balcón”. (Olga Bejano, joven
paralítica)
AMADO PERO ¿POR QUIÉN? HAY ALGUIEN…
Hay ALGUIEN que nos ama desde toda la eternidad,
desinteresadamente, que nos conoce por nuestro nombre, que ha creado el mundo
para nosotros: Dios.
El Dios cristiano, no es un ser lejano, frío, distante,
como un relojero que ha puesto en funcionamiento el mundo y se ha desentendido.
El Dios de los cristianos tiene un nombre y ese nombre es AMOR. Así lo
manifestó a lo largo de la historia del Pueblo de Israel. Y ellos sintieron
cerca la existencia de Dios, de un Dios cercano a sus necesidades y
aspiraciones. ¿Cómo percibimos nosotros a Dios? ¿le sentimos cerca?
Para iluminar todo esto nos pueden ayudar estos textos de
la Sagrada Escritura:
• Os 11,1‐15: “Cuando
Israel era joven, lo amé; yo enseñé a andar a Efraín, le alzaba en brazos; él
no comprendía que yo le curaba. Con cuerdas humanas, con correas de amor le
atraía; era para ellos como el que levanta a un niño contra su mejilla, me
inclinaba y le daba de comer”.
• Sal. 102,11‐12: “Como
un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles”.
• Sal. 22, 1‐4: “El
Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar”
• Is. 49,15: “¿Acaso puede una madre olvidarse de su
criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se
olvide, Yo no me olvidaré”
ESE ALGUIEN ES JESÚS, ROSTRO AMOROSO DE DIOS PADRE
Hablábamos, el otro día, del Amor de Dios. Un Amor que ha llegado a su
mayor expresión en el envío de su Hijo Jesucristo al mundo, para entregar su
vida por nosotros. Jesucristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
Veámoslo leyendo el texto de Jn 10,14‐17.
Jesús, con su vida y su palabra, con sus gestos, con su mirada y, de modo
especial, con su muerte en cruz y su Pascua nos muestra el amor de Dios Padre
para con nosotros. Un manantial de Amor inagotable, que no mira si merecemos
ser amados o no… ¡sólo nos ama! ¿Qué palabras o hechos de Jesús manifiestan su
amor? Escríbelos.
SIGUE LA “CORRIENTE”...
Esta “corriente” de amor de Dios, manifestada en Jesucristo su Hijo, se
prolonga en los cristianos y de modo especial entre aquellos que han sido
invitados por Él a entregar su vida en totalidad al servicio del Reino: los
SACERDORTES.
¿Qué sacerdotes conocéis?
¿Cómo manifiesta el sacerdote el amor de Dios? Vamos a descubrirlo entre
todos.
¿SACERDOTES?
Los sacerdotes no caen del cielo, nacen en una familia. Un día, siendo
jóvenes, o no tanto, escucharon la invitación de Jesús a seguirle y no se
echaron atrás. Los jóvenes que quieren ser sacerdotes se preparan en el
Seminario, hasta que un día sean llamados por el Obispo para ser sus
colaboradores.
¿Conoces el Seminario?
¿Sabes cuánto seminaristas se forman en él? ¿Qué hacen? ¿Cómo viven?
¿Crees que son felices? ¿Por qué? Mejor dicho ¿por Quién?
EL SEMINARIO
El Seminario es el semillero de vocaciones. Es el lugar donde, en un
ambiente de familia, de convivencia, de estudio, de oración, de vida cristiana,
de diversión, etc. algunos chavales, como tú, se preguntan algo fundamental
para la vida: ¿QUÉ QUIERE DIOS DE MI? ¿acaso que sea sacerdote?
El Seminario es, por eso,
‐ el tiempo propicio para hacer una experiencia de Jesús, como los tres años
que pasó Jesús con sus discípulos, para poder decir como ellos: "HEMOS
ENCONTRADO AL SEÑOR"
‐ Tiempo para hacerse la pregunta: ¿Qué quiere el Señor de mí?
‐ Tiempo para aprender que el más importante es el que más sirve;
‐ Tiempo para descubrir las necesidades de la Iglesia;
‐ Tiempo para experimentar la cercanía de Dios, que es Amor;
Y YO ¿QUÉ PUEDO HACER?
‐ Escuchar al Señor, dedicando cada día un tiempo a la oración.
‐ Orar por el Seminario y por las vocaciones.
‐ Plantearme, con seriedad, la pregunta: ¿qué quiere el Señor de mí? y
responder generosamente, sin miedo, sabiendo que esa respuesta afirmativa será
la puerta para mi felicidad.
‐ Potenciar la actitud de servicio a los demás a mi alrededor.
Seminario
Diocesano “Santo Domingo de Guzmán”.
C/Rodrigo
Yusto, 33. 42300 El Burgo de Osma
web: www.seminariodeosma‐soria.org .
e‐mail: pastoralvocacional@osma‐soria.org