CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO – CELAM
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ITEPAL - CELAM
CULTURAS VOCACIONALES:
HACIA UN ACOMPAÑAMIENTO Y DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
Presentado por : Pbro. TRAN XUAN SANG, SVD
Profesor guía : Dr. OSCAR URRIAGO
Instituto teológico pastoral del celam
Bogotá d.c. – Colombia
-2011-
Índice
Introducción
Los conceptos sobre culturas y vocaciones
1. concepto de cultura
2. concepto de vocación
II. culturas vocaionales
1. ¿qué entendemos por cultura vocacional?
2. creación de una cultura vocacional
3. una cultura vocacional como promoción de las culturas juveniles
4. necesidad de una cultua vocacional
5. invitados a vivir una cultura vocacional
III. Hacia un acompañamiento y discernimiento vocacional
1. CONCEPTO DE ACOMPAÑAMIENTO Y DE DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
1.1 ¿QUÉ ES ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL?
1.2 ¿QUÉ ES DISCINIMIENTO VOCACIONAL?
2. HACIA UN ACOMPAÑAMIENTO Y DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
3. LA NECESIDAD DE UN ACOMPAÑANTE EN EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
Conclusión
Bibliografía
Introducción
Cuando el padre superior me nombraró como el promotor vocacional de los Misioneros del Verbo Divino en Paraguay, tuve muchas preocupaciones porque soy de Asia, todavía no entiendo bien la cultura paraguaya, en particular, y la cultura latinoamericana en general. No obstante, el padre superior provincial me exhortó y me tranquilizó que todo iba a estar bien si yo tengo un respeto cultural y una buena conciencia.
Soy un misionero religioso. Pues, yo siempre llamo ha valorar los aspectos culturales e inculturación propios de nuestro carisma. Me gusta el pasaje de la Santa Biblia, en donde Moisés vio que la zarza ardía sin consumirse, pensó: "Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?". Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió él. Entonces Dios le dijo: "No te acerques hasta aquí. quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa". (Ex. 3,3-5).
Así es. Donde llegamos, donde estamos, ahí es una tierra santa. Los vietnamitas tienen una frase, que dice : “conocer a los demás y conocer a sí mismo; cien batallas gana cien”, significa que si conocemos culturas, costumbres y tradiciones de los demás y también conocemos y manejamos bien las nuestras, podemos vivir tranquilamente y alegremente en otro ambiente, en una cultura diferente y en otra patria. Entonces, tenemos que aprender, descubrir y respetar aquella tierra, aquella patria y aquel pueblo. Todo lo anterior vienen a ser culturas, costumbres y tradiciones que debemos aceptar, respetar y acompañarlas.
A fines del mes de enero del 2011, llegué a Colombia, para un curso de la Pastoral Vocacional en CELAM. Me encanta este curso porque quiero descubrir y profundizar las culturas vocacionales para mejorar mi trabajo como un promotor vocacional, y mis perspectivas preferidas son culturas y cultura vocacional. Atentamente, yo anoté y profundicé lo que los profesores mencionaron en las clases. Además, el profesor Oscar Urriago me ha sugerido para aprovechar este tema. He decidido realizar lo que me ha preocupado hace tiempo y por lo mismo he elegido el tema : “Culturas vocacionales – Hacia un acompañamiento y discernimiento vocacional”.
¿Qué son las culturas vocacionales?, ¿Qué rol juegan las culturas vocacionales en la pastoral vocacional?, ¿Se necesitan las culturas vocacionales en un acompañamiento y discernimiento vocacional? Son los asuntos que me inquieto.
El tema de la cultura vocacional empapa el pensamiento de Juan Pablo II. Podría definirse como “un esquema coherente de valores, actitudes y modos de actuar que se refleja en la vida de una comunidad o sociedad” (P. Kevin Doran). Una cultura vocacional se desarrolla cuando una comunidad empieza a darse cuenta cada vez más de que la vida no es sólo una casualidad, sino un don que hemos recibido de Dios y que por su naturaleza requiere una respuesta generosa de parte de cada uno.
La cultura vocacional comprende también compromisos más específicos y más radicales como el matrimonio cristiano, el sacerdocio y la vida consagrada, en armonía con la diversidad de los dones que cada persona ha recibido.
Desde 1993 se viene hablando de “cultura vocacional”. Fue el tema de la XXX Jornada Mundial de Oración por las vocaciones” de aquel año. El contenido fue profundizado en el Congreso Europeo sobre vocaciones de Mayo de 1997.
Urge hoy crear una “cultura vocacional” que sea capaz de traspasar el marco de la comunidad creyente para impregnar la cultura. Es necesario hacer referencia entre otros valores un tanto olvidados en nuestra cultura: la gratitud, la apertura a lo trascendente, el preguntarse por la vida, la disponibilidad, la confianza en si mismo y en los demás, la conciencia de lo imperfecto del hombre, la capacidad de soñar y anhelar, el asombro ante la belleza, el altruismo que surge del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano. La escuela es uno de los lugares pedagógicos para la animación vocacional, donde los niños y jóvenes pueden ser ayudados a descubrir y seguir su vocación. Es lugar también donde fraguarse y difundirse esa nueva cultura vocacional que debe surgir y expandirse.[1]
los conceptos sobre culturas y vocaciones
El uso de la palabra CULTURA fue variando a lo largo de los siglos. En el Latín hablado en Roma significaba inicialmente "cultivo de la tierra", y luego, por extensión metafóricamente, "cultivo de las especies Humanas". Alternaba con civilización, que también deriva del latín y se usaba como opuesto a salvajismo, barbarie o al menos rusticidad. Civilizado era el hombre educado.
Desde el siglo XVIII, el romanticismo impuso una diferencia entre civilización y cultura. El primer término se reservaba para nombrar el desarrolloeconómico y tecnológico, lo material; el segundo para referirse a lo "espiritual", es decir, el "cultivo" de las facultades intelectuales. En el uso de la palabra "Cultura" cabía, entonces, todo lo que tuviera que ver con la filosofía, la ciencia, el arte, la religión, etc. Además, se entendía la cualidad de "culto" no tanto como un rasgo social sino como individual. Por eso podía hablarse de, por ejemplo, un hombre"culto" o "inculto" según hubiera desarrollado sus condiciones intelectuales y artísticas. Esto es hoy muy frecuente.
Las nuevas corrientes teóricas de sociología3 y la antropología contemporáneas redefinieron este término, contradiciendo la conceptualización Romántica. Se entiende CULTURA en un sentido social. Cuando se dice "CULTURA China", "CULTURA Maya" se está haciendo uso muy distinto de aquel, se refiere a los diversos aspectos de la vida en esas sociedades. En general, hoy se piensa a la CULTURA como el conjunto total de los actos humanos en una comunidad dada, ya sean éstos prácticas económicas, artísticas, científicas o cualesquiera otras. Toda práctica humana que supere la naturaleza biológica es una práctica cultural.
Esta sentido de la palabra CULTURA implica una concepción mucho más respetuosa de los Seres Humanos. Primero, impide la discriminaciónentre "hombres cultos"y "hombres incultos" que el término podía tener desde el romanticismo; Se hablará de diferencias culturales, en todo caso. Segundo, también evita la discriminación de pueblos que, como los nativos de América, fueron vistos por los europeos como "salvajes"por el solo hecho de tener"cultura" distinta.
Resumiendo, este uso actual del término CULTURA designa, como se dijo arriba, el conjunto total de las prácticas humanas, de modo que incluye las prácticas: económicas, políticas, científicas, jurídicas. Religiosas, discursivas, comunicativas, sociales en general. Algunos autores prefieren restringirse el uso de la palabra CULTURA a los significados y valores que los hombres de una sociedad atribuyen a sus prácticas.
Hay que señalar que cuando se estudian los hechos sociales, por ejemplo la economía o el Arte, se toman esos aspectos en forma parcial auque en la realidad están estrechamente relacionados. Esto ocurre por la imposibilidad del pensamiento humano abarcarlo en su compleja redde interrelaciones. No está de más insistir en que no hay práctica social que esté desvinculada de las restantes, formando un todo complejo y heterogéneo de recíprocas influencias. Así, no puede explicarse cabalmente la historia del arte, para continuar con el mismo ejemplo, si no se hace referencia a la historia económica, a la política, a las costumbres, la moral, las creencias, etc., de la época.
Esta es la razón por la cual cuando se estudia la cultura se prefiere el sentido segundo de los mencionados párrafos arriba, el de los significados y valores que los hombres atribuyen a su praxis.
En las ciencias sociales, el sentido de la palabra cultura es más amplio la cultura abarca el conjunto de las producciones materiales (objetos) y no materiales de una sociedad (significados, regularidades normativas creencias y valores)
Se puede decir que en la vida cotidiana se utiliza algunas nociones de cultura, a las que se las pueden considerar como prejuicios que la sociedad posee. Estos son:
· Un estado desarrollado de la mente. (Utilizamos este significado para decir que una persona sabe mucho o que conoce de arte o que se relaciona con alguna de estas actividades). (resultado)
· Los procesospor los cuales se alcanza ese desarrollo o estado, ("Los intereses Culturales"; "las actividades Culturales") (camino; proceso)
· Los productosa través de los cuales se alcanza dicho desarrollo (básicamente, los considerados productos culturales, como los cuadros las obras musicales y las obras literarias).(medios que ayudan al camino)
Aunque muchas de las concepciones sobre cultura en el lenguaje común tienen su origen en el debate de las ciencias sociales, o bien, existieron primero en el habla cotidiana y luego fueron retomadas por las segundas, aquí se presenta un repaso sobre la construcción histórica del concepto de cultura en las disciplinas sociales.[3]
Asumimos básicamente la definición de Cultura de la Guadium et Spes (#93) como una relación del hombre consigo mismo, con la naturaleza y con los otros hombres, para perfeccionarse a sí mismo y realizar un mundo más humano, justo y fraterno.
Pero la entendemos dentro de los postulados históricos y concretos de Puebla (#385-389). Para Puebla, la cultura es como un organismo vivo que se desarrolla dentro de circunstancias históricas y que tiene momentos de ruptura y síntesis. El corazón de la Cultura lo constituye la relación de un pueblo con su mundo e historia, de donde se fundamentan los valores y el sentido de su vida y proyectos históricos para mejorar su mundo. Para Puebla, esa relación tiene como último fundamento la relación con Dios.
1.1 CONCIENCIA COLECTIVA
Las Manifestaciones de la Conciencia Colectiva son la manera cómo el Pueblo ve el mundo y la historia, lo piensa a través de Representaciones Ideales y actúa sobre él por medio de la vivencia y expresión de Valores, que son asumidos y que favorecen el ser creativos en la humanización de ese mundo.
A. Representaciones
Son la manera como un grupo social ve y concibe su mundo, su historia y, en ellos, al hombre, a la mujer y a Dios. Las representaciones se manifiestan a partir de:
- Los modelos de vida que se asumen.
- La religiosidad popular: Dios, Jesucristo, la Iglesia.
- Las expresiones y juicios más significativos sobre la realidad familiar, social y eclesial, tanto en la sociedad secularizada, como rural.
- Los elementos que animan el Folclore y las fiestas populares.
- Los símbolos.
Todas esas manifestaciones del hecho cultural no deben ser consideradas como positivas, ni como negativas; son datos en los que se representa el preconsciente o el inconsciente de una Cultura.
Ahí es donde estamos llamados a hacer lo que Jesús hizo: encarnarnos en la Cultura , para hacer al hombre, a la mujer y al mundo más humanos.
B. Valores
Aquellas realidades que un grupo social considera que son BIENES, que deben ser conseguidos, porque responden a sus ideales u objetivos históricos. Los antivalores son MALES, que deben ser evitados, porque destruyen esos ideales u objetivos.
Es importante expresarlos como los expresa el pueblo.
1.2 ESTILO DE VIDA
Es la manera de vivir de un Grupo Social, sus Modelos de Vida, Costumbres, Diversiones... Esa manera de vivir se puede expresar también por el modo cómo se divierte un pueblo.
A. Modelos de Vida
Son personas admiradas por un grupo social a los que se refieren en su conducta y se convierten en ideales de vida. (Mons. Romero, Juanes, Shakira, Teresa de Calcuta, Luther King, Fidel Castro...)
B. Costumbres
No son personas, sino Modelos Sociales o Religiosos que son como ideales o paradigmas de comportamiento social: consumismo, violencia, fundamentalismos religiosos, drogadicción ...
C. Diversiones Populares
Es la manera cómo un pueblo expresa su idiosincrasia a través de diversiones colectivas: verbenas, reinados, corridas de toros, juegos de tejo ... Aumentan las relaciones sociales, se manifiesta la creatividad, se expresa el machismo, el compañerismo, la competitividad.
1.3 RELACIONES ENTRE GRUPOS
La manera de relacionarse los diversos grupos humanos son una de las principales manifestaciones de la Cultura. Reflejan la manera como quieren construir el ideal de sociedad humana, que pretenden como pueblo. Son el tipo de sociedad familiar o comunitaria, que desarrolla un pueblo en sus relaciones sociales.
A. Relaciones Familiares
Son el tipo de sociedad familiar, los roles de las diversas personas representativas en la familia; padre, madre, hijos, tíos . . .
B. Relaciones Grupales
Son los tipos de Asociación más comunes en el medio ambiente: sociedades deportivas, culturales, religiosas, políticas . . .
2. CONCEPTO DE VOCACIÓN
Una enciclopedia de la web, nos dice al respecto de la vocación: La vocación del latín: vocāre; llamar, es una forma de expresar nuestra personalidad frente al mundo del trabajo, del estudio, y todos los ámbitos, que se manifiesta como disposición "natural" al realizar ciertas actividades y a preferir determinados ambientes y contextos de actividad. Sin embargo, la vocación no es algo innato. Se puede englobar bajo la denominación proyecto de vida”[4]. Constatamos entonces que la definición de vocación se toma en otros autores de una manera más amplia, por ejemplo esta definición nos habla de la vocación como un proyecto de vida, es decir va más allá de un plano profesional, por lo que lo contempla para toda la vida y en toda la magnitud de su persona. Cabe mencionar el hecho de que estas definiciones nos orientan hacia lo que buscamos, al hablar de la vocación. El hacer uso de ellas no implica necesariamente tomarlas en el sentido absoluto, sino la forma de diferenciar las maneras en que se aborda el tema, ad intra y ad extra. Ello nos da la pauta para realizar una profundización en nuestro campo, del que no nos habremos de desviar al seguirlo abordando.
“La vocación es una inclinación profunda, respaldada por dotes o aptitudes especiales, para ejercer un oficio, empleo u profesión útil al individuo y a la sociedad. Nace en lo más hondo del ser humano, y utilizando gradualmente sus capacidades, se apodera de su mente, sentimientos y emociones, hasta concentrar en torno a ello todo el interés de su vida”[5]. Esta definición nos presenta dos vertientes para entender el término, por un lado la limitación a una profesión que se puede desempeñar y el cual no pretendo abordar, pues nos interesa ir más allá de una profesión y la otra vertiente que presenta la definición y en la que nos interesa centrar nuestra atención pues comulga con el sentido propio de nuestra campo de trabajo. Y es que no es sencillo hablar de la vocación, se tiene que contemplar todo los elementos que le dan la connotación de ser auténticamente vocación y no se reduce a la profesión.
En el campo religioso, la vocación es un don, una capacidad y una cualidad para realizar alguna cosa. La vocación es un misterio de amor de Dios que llama, por amor, a una persona que debe responder por amor. La vocación es tambien, el llamado que Dios hace a una determinada persona para seguirlo. En la Iglesia, la vocación es un llamado de Dios para el servicio de su Reino.
Dice el padre Carlos Silva, cuando habla de vocación, “que es un llamado a la conciencia de cada uno, a lo más profundo de cada persona y modifica radicalmente la existencia de quien lo recibe pues orienta y sella positivamente su futuro”[6], por esta sencilla definición nos damos cuenta de que la vocación toca las inmensidades de la persona y la lanza a realizar una vida completa y no solo una profesión, pues la profesión solo se limita al quehacer, sin embargo la vocación implica al ser, el cual se manifiesta en su quehacer.
También según el padre Carlos Silva, vocacion es la Voluntad de Dios, su “sueño”, su designio de felicidad y salvación (Cf. 1 Tim 2, 4) para c/u. Es lo que el Padre propone, ofrece y desea en Cristo por el Espíritu Santo; gracias a Él, es posible conocerla y discernirla.
· Es un llamado dirigido a la conciencia más profunda de cada uno, a tal punto que modifica radicalmente la existencia.
· Es una gracia (Dios llama a quién quiere, cuando quiere y como quiere, aún cuando quien lo escucha se sienta indigno).
· Es personal, pues va dirigido a la persona concreta. Es integral, porque involucra la totalidad del sujeto y provoca el crecimiento de todos los aspectos del ser humano. Abarca toda la historia personal; da una visión global de uno mismo y permite una respuesta total.
· Es permanente, porque engloba la totalidad de la vida y es “para siempre”. Es dinámica y exige renovación. Es carismática y tiene en cuenta los talentos de cada uno.
· Es concreta, es a “algo”. El llamado capacita a la persona para responder y la hace responsable del mismo.
En el campo de la vocación conviene presentar también un acercamiento antropológico cristiano que no es otra cosa sin el proceso de Dios que llama y la persona que responde; “Es concebida como un valor que se transforma en proyecto de vida dinámico y continuo, por eso es mejor hablar de un estado de vocación, es decir de una elaboración gradual de lal identidad vocacional”[7]
I. culturas vocacionales
Los documentos magisteriales, incluidas las intervenciones del Papa, al hablar de la vocación o vocaciones, ponen la mira fundamentalmente en las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal, pero implícitamente sitúan estas vocaciones específicas en un contexto más amplio, el eclesial o incluso el de la humanidad, considerada con ojos creyentes. Por esto la expresión cultura vocacional parece reducirse en ocasiones en su significación originaria.
De hecho, la experiencia nos ha ido demostrando que, casi siempre, detrás de cada consagrado y de cada cristiano comprometido en la misión ha habido una variedad de personas que se han puesto a su servicio, que lo han formado, que han orado por su vocación, que han descubierto sus capacidades y que han despertado en él los grandes deseos de hacerse disponible a la llamada del Señor. Tras cada hombre y cada mujer con una vocación de servicio están quienes lo han motivado en el cariño a los más pobres, y quienes lo han ayudado a discernir la voluntad específica de Dios. En fin, están todos los que lo han capacitado para asumir un compromiso definitivo con Jesucristo en un estado de vida. En esta verdadera cadena de pastores vocacionales, también nosotros tenemos un lugar. Estamos invitados a crear en torno nuestro una “cultura vocacional”, cualquiera que sea el lugar apostólico donde estemos: residencia, universidad, instituto, colegio, parroquia o movimiento.
1. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR CULTURA VOCACIONAL?
Una cultura vocacional es una ambiente social, un hábitat, que favorece que cada familia y entidad se comprenda a sí misma en función de una misión confiada por Dios para la construcción del Reino.
· Es un tejido de valores y de ideales.
· Es una serie de concepciones de la vida, de la muerte y de lo que habrá más allá de ellas.
· Es un conjunto de criterios implícitos o explícitos de valoración de las cosas.
· Es un modo de entender la libertad, el amor, el dolor y los otros misterios de la vida.
· Es un legado de convicciones de fe y expresiones pastorales.
… que proporcionan que las personas de descentren de sí mismas, que miren más allá de sus propios proyectos, que se pongan a la escucha y al servicio de una misión que las trasciende y les ha sido confiada por Dios mismo, para la transformación del mundo. Una cultura vocacional es aquella atmósfera donde se valora y se defiende la fidelidad a la propia vocación, porque ella ha sido recibida de Dios, porque es parte de la dignidad del ser humano y porque de ella depende la creación de un mundo nuevo. En términos ignacianos es aquel orden social nacido del Principio y Fundamento.
El crear esa cultura puede ser hoy uno de los más urgentes servicios a prestar al dueño de la mies, que llama a colaborar con Él, y según su modo, en la salvación de un mundo herido por la injusticia. Ciertamente no es posible para cada uno de nosotros gestar por sí solo una cultura tal, pero sí el inspirar los diversos frentes apostólicos con este objetivo. Por esta razón creemos que todo lo que favorezca o debilite una “cultura vocacional” es hoy apostólicamente decisivo y atañe, directa o indirectamente, a una pastoral vocacional.
2. CREACIÓN DE UNA CULTURA VOCACIONAL
Una pregunta importante al proponernos establecer una cultura vocacional como respuesta a las distintas realidades juveniles que hemos desarrollado en el presente trabajo es: ¿cómo crear una cultura vocacional?
Cuando se plantea la cuestión “cómo crear una nueva cultura vocacional” se está reconociendo implícitamente que nuestra cultura actual no ofrece las condiciones apropiadas para que el ser humano viva “vocacionado”. El hombre moderno ha perdido una serie de actitudes y valores, lo que le impide vivir con autenticidad su humanidad; y volver a conseguir esta humanidad sería la primera aspiración. Al tratar de “crear una nueva cultura vocacional” se quiere lograr una cultura que permita al hombre moderno
- volverse a encontrar a sí mismo, para lo cual es preciso cultivar la capacidad de interiorización. El viejo consejo griego “conócete a ti mismo” o la petición agustiniana “conózcame a mí, conózcate a Ti” (Soliloquios II, 1) son felices expresiones de la actitud que debe conseguir el hombre actual;
- volverse a encontrar a sí mismo, para lo cual es preciso cultivar la capacidad de interiorización. El viejo consejo griego “conócete a ti mismo” o la petición agustiniana “conózcame a mí, conózcate a Ti” (Soliloquios II, 1) son felices expresiones de la actitud que debe conseguir el hombre actual;
· recuperar los valores superiores de
- amor
- amistad
- oración y contemplación
- amor
- amistad
- oración y contemplación
Podemos arriesgarnos a diseñar un procedimiento para lograr crear la nueva cultura vocacional.
Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Esta búsqueda de sentido y deseo de encontrar la verdad se convierte en el pensamiento de Juan Pablo II, al que siguen otros muchos autores, en un principio antropológico; es decir, el hombre como tal busca el significado de sí mismo y de su propia vida y aspira a conocer y poseer la verdad. Con esta actitud Juan Pablo II se pone en línea con las grandes corrientes religiosas de la historia de la humanidad, pues en el Avesta, los Vedas y los Tripitakas (libros del parsismo, hinduismo y budismo respectivamente) recorren sus páginas las preguntas universales de fondo: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida? ¿Qué significa el sufrimiento? [Enrique Rojas]. Pero estos mismos interrogantes afloran en la pintura simbolista de Paul Gauguin, en su gran obra ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?
Por esto, los adolescentes y jóvenes –todo hombre sincero– se sienten insatisfechos ante conquistas efímeras, pues existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; están a la escucha de que alguien les llame por su “nombre”. “La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación”[9].
“Esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto” (NVNE 13 b).
El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización. “La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro (…) sobre un modelo de hombre sin vocación” (NVNE 13 b).
El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una “cultura vocacional” auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.
Aunque no es fácil delimitar los pasos del procedimiento señalado, nos arriesgamos a seguir marcando líneas de acción referidas al tercer paso. En otras palabras, vamos a sugerir, guiados por los documentos de los Congresos sobre vocaciones de Europa y América, una serie de acciones para conseguir la nueva cultura vocacional.
Además de esos pasos, ¿qué más podemos hacer para conseguir una nueva cultura vocacional? De forma muy sintetizada, he aquí, según los documentos aludidos, cinco momentos, a saber:
+ Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes...[10]
+ Evangelizar: Enseñar (Sda. Escritura, Teología del Vaticano II; Doctrina social de la Iglesia ); formar (lenguaje apropiado; evangelio sin glosa); catequizar (“La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre”).
+ Experimentar: - Oración y culto = Liturgia (celebración de la fe).
- Comunión eclesial = koinonía, comunidad eclesial.
- Servicio y caridad = diakonía.
- Testimonio y anuncio = martyría, kerygma.
+ Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo.
+ Invitar / Proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.
Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos –acciones–siguientes:
a. Sembrar: “Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano”.
b. Acompañar: “Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús”.
c. Educar: “Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos”.
d. Formar:“Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino”.
e. Discernir: “A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión”.
3. UNA CULTURA VOCACIONAL COMO PROMOCIÓN DE LAS CULTURAS JUVENILES
Hoy es necesario, aventurarnos a promover una cultura vocacional que sepa reconocer y acoger aquella aspiración profunda del hombre, que le descubre que solo Cristo Jesús puede decirle toda la verdad sobre su vida. Ahora bien, no se trata de proponer otra cultura como alternativa a las múltiples y variadas culturas juveniles que encontramos en nuestro contexto. Antes bien, se trata de promover un ambiente que, sin sacar a los jóvenes de sus propias realidades concretas, les permita descubrir un sentido a sus vidas y promover experiencias de sentido en los medios y contextos en que se mueven cotidianamente.
En este sentido, se trata de promover una cultura con las siguientes connotaciones:
A. La cultura vocacional debe descubrir y orientar el sentido de la propia vida y de la vida de los demás en clave de “llamada-respuesta”. Esto quiere decir que se debe:
Pasar del vivir de apariencias que es lo mismo que guiarse por la “ética del radar” (este se mueve según de dónde viene la onda)
o de conveniencias que es lo mismo que guiarse por una “ética estética” (esta se presenta según le conviene).
Pasar al VIVIR DE VALORES, que es lo mismo que dirigir la vida por una “ética de la brújula”, con un proyecto de vida que sabe para dónde va y sobre qué principios se fundamenta,
Y DE CONVICCIONES que es lo mismo que dirigir la vida con una “ética del sentido”, con un proyecto de vida que sabe lo que quiere, lo trabaja y lo defiende.
B. La cultura vocacional debe plantearse lo que uno quiere en clave “excéntrica” y no egocéntrica. Es lo que se considera como “identidad abierta”.
Frente al mundo “posmoderno” de “montarse en la vida” como a cada cual le apetece, asumir una actitud de apertura y de escucha al Otro que es Dios y a los otros preferencialmente a los pobres y más necesitados.
C. La cultura vocacional debe reconocer la importancia y necesidad de las “mediaciones”. Dios llama a cada quien a un servicio concreto y lo hace a través de las personas, de los signos que nos deja en la vida o de las experiencias o acontecimientos de la vida.
La vocación cristiana es “CONVOCATORIA”. Dios llama siempre desde los otros, con los otros y para los otros.
4. NECESIDAD DE UNA CULTURA VOCACIONAL
Si asumimos el sentido de la palabra cultura casi sólo como sinónimo de conocimiento o instrucción, una persona culta es una persona instruida, así lo entendíamos por lo general en el pasado. Hoy podemos hablar más en sentido activo y de construcción. Cultura, lo entiende Puebla como el modo particular como en un pueblo, los hombres cultivan su relación, con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios. (cfr P386.7).Es un estilo de vida común (GS 53c) que caracteriza a los diversos pueblos.
Se afirma por lo tanto que es algo que se construye y en lo que participamos todos en alguna medida.
El primer documento que aborda el tema de la cultura vocacional, fue el mensaje del Papa Juan Pablo II en la XXX Jornada Mundial de Oración por las vocaciones sacerdotales, el 5 de Mayo de 1993. Habla nuevamente sobre el tema en el Mensaje a los participantes en el Congreso Europeo de Vocaciones EUROVOC celebrado en Roma del 5 al 10 de Mayo de 1997: “La constante y paciente atención de la comunidad cristiana al misterio de la llamada divina, promueva una nueva cultura vocacional en los jóvenes y en las familias”.
La cultura vocacional es presentada allí como un componente de la nueva evangelización. Se trata de poner en la conciencia de todos la llamada cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del existir, pero también del morir.
En especial hace referencia a valores un tanto olvidados tales como la gratitud, la aceptación del misterio, el sentido de lo imperfecto del ser humano y a la vez, su apertura a lo trascendente, la disponibilidad de dejarse llamar por otro (por el Otro) y preguntar por la vida, la confianza en sí mismo en el prójimo, la libertad de turbarse ante el don recibido, el afecto, la comprensión, el perdón...
También forma parte de la cultura vocacional la capacidad de soñar, el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco, porque hace bella y auténtica la vida, el altruismo...
Es por lo tanto la cultura vocacional, el cultivo de una serie de valores a nivel de la Iglesia, intraeclesiales.
La nueva cultura vocacional: “Es un componente de la nueva evangelización. Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir”, que (frente a la ‘cultura de la muerte’) subraya algunos valores, tales como: la gratitud y la acogida del misterio, el sentido de lo imperfecto del hombre, la apertura del hombre a la trascendencia, la disponibilidad a dejarse llamar por otro (por Otro) y preguntar por la vida, la confianza en sí mismo y en el prójimo, la libertad de conmoverse ante el don recibido, el afecto, la comprensión, el perdón, la capacidad de soñar y anhelar, el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco el altruismo que nace del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano la búsqueda del sentido de la vida, el deseo de encontrar la verdad.
En cuanto conjunto de valores, esa cultura vocacional debe pasar de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro para la Europa del 2000, sobre un modelo de hombre sin vocación. Se trata entonces de luchar contra esa carencia de conciencia vocacional de la vida.
Esta cultura llega a ser hoy, probablemente, el primer objetivo de la pastoral vocacional y en general de toda pastoral.
5. INVITADOS A VIVIR UNA CULTURA VOCACIONAL
Es fundamental comenzar afirmando que al hablar de vocación aludimos a “todo estado de vida elegido como fruto de un proceso de discernimiento y de escucha de la Palabra de Dios” (Cultura Vocacional, Pablo Walker; revista Testimonio marzo-abril 2003). Al referirnos entonces a la vocación cristiana aludimos a la vocación laical, sacerdotal, consagrada, matrimonial, etc. Y en este sentido no estamos hablando de un aspecto más de la vida cristiana y de la pastoral de la Iglesia, nos referimos a un “misterio” que atraviesa y empapa toda la vida de la Iglesia y de la vida cristiana. La vocación no es un apéndice, es, por el contrario, aquella dimensión que le da sentido a nuestra experiencia cristiana (praxis), a nuestra misión en el mundo (somos enviados por Jesucristo). La vocación es la certeza de que somos amados, llamados y enviados por Dios.
Estamos invitados a “hacer memoria”, tomar conciencia de quien soy (no apunta en primer término a un hacer, “en Dios somos, nos movemos y existimos”) y dar “nuevo impulso” a una dimensión esencial de la experiencia cristiana, como es la conciencia de ser un pueblo “convocado” y “enviado”. En efecto, debiera contribuir a fortalecer la experiencia de una Iglesia, toda ella vocacionada en la dimensión propia de cada bautizado y en la misión común de todas los bautizados. Debiera, al mismo tiempo, motivar y “dar nuevo impulso” a la pastoral de las vocaciones de especial consagración, al ministerio presbiteral y diaconal, a la vida consagrada; religiosa y secular que nuestra Iglesia necesita ya que la única vocación de la Iglesia se concreta en múltiples y diversificadas vocaciones, carismáticas y ministeriales (cfr. Documento de mons. Ricardo Ezzati, “hacia una pastoral vocacional orgánica”)
Ahora, esta conciencia de ser amados, llamados y enviados y de sabernos y sentirnos miembros de un mismo pueblo (rico en carismas y ministerios) va madurando y se va adquiriendo en una cultura que la favorece. Una cultura que nos permite reconocernos como tales. Una cultura que permite que la semilla del evangelio sea sembrada, crezca y de frutos.
La cultura, es definida en el documento de Puebla, citando al C.V.II y a la Encíclica E.N de Pablo VI, como el modo particular que en un pueblo, los hombres, cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios de modo que puedan llegar a un nivel verdadero y plenamente humano. Es el estilo de vida común que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de pluralidad de culturas. La cultura, así entendida, abarca la totalidad de la vida de un pueblo, el conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan y que al ser participados en común por sus miembros, los reúne en base a una misma “conciencia colectiva”. La cultura comprende, asimismo, las formas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y configuran, es decir, las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de convivencia social (DP 386, 387)
Insertar en el corazón de nuestra Iglesia, de los creyentes, de la sociedad, la dimensión vocacional de la vida (vivir con la conciencia de saber quien soy -ahí descansa mi proyecto de vida-) es lanzarnos en una tarea que ciertamente nos supera pero que sabemos descansa en Cristo y en la certeza de que en la medida que cada uno intenta vivir coherentemente la fe en su realidad y ambiente está favoreciendo allí la gestación y desarrollo de una cultura atravesada por los valores del Evangelio (la propuesta de Jesús) que lógicamente desemboca en una cultura vocacional, donde la pregunta por la vida y su sentido surge casi espontánea y donde la respuesta se impone como una necesidad a resolver.
En una cultura como la nuestra que no nos ayuda a descubrirnos amados, llamados y enviados es lógico que vivamos sin proyectos, sin las grandes preguntas (esenciales para elaborar un proyecto de vida) que deben animar y acompañar nuestro peregrinar por la vida. “Ante la cultura de la distracción, y de lo efímero que anula los interrogantes serios nosotros queremos optar por un estilo de vida que nos hace amigos de las grandes preguntas” (Carta a un joven que no sabe que es llamado, Amedeo Cencini).
Una cultura vocacional es tal cuando invita y conduce a hacernos preguntas vitales y cuando también da pistas y herramientas para responder a ellas. El hecho de constatar que hay preguntas nos indica que estamos ante un ambiente que favorece la gestación de ellas y por lo tanto que pone el sentido de la vida como telón de fondo a las búsquedas y a las respuestas de estas preguntas vitales. Podemos afirmar que la pregunta es el motor que nos impulsa y nos mueve a buscar. Sin preguntas no hay búsqueda y si no busco la vida se vuelve plana, chata, sin horizontes que me desafíen a la aventura.
Por ejemplo vamos gestando cultura vocacional cuando vivimos e invitamos a vivir de cara a estas grandes preguntas. Esto significa aprender a convivir con estas preguntas, sabiendo que las respuestas hay que irlas desarrollando a partir de los acontecimientos de la vida.
El Congreso americano aconseja “unir más directamente todo el proceso del discernimiento de la vocación y la llamada a proyectos concretos de servicio que encarnen aquí y ahora la misión de la Iglesia y que respondan a las necesidades acuciantes y reales del mundo. Los jóvenes deberían ser invitados a compartir esta misión, independientemente del hecho que hayan mostrado o no un interés formal por el ministerio ordenado o la vida consagrada.
“De esta manera, el proyecto misionero mismo llega a ser el lugar privilegiado del discernimiento vocacional de la persona, más que sus particulares predisposiciones. Esto lleva a pasar de un modelo de ‘candidatura’ basado sobre el deseo de la persona a llegar a ser presbítero, religioso o religiosa, al modelo en el que el compromiso compartido en una tarea concreta de la Iglesia lleva de otra manera a identificar, en un potencial candidato, los dones y la capacidad de entrega que le sugieran que tal vez Dios le esté llamando a un compromiso definitivo y permanente en la Iglesia.
“Este modelo influye también en el modo de comprender todo el proceso de la formación del seminario o de la casa de formación, como también el periodo de discernimiento vocacional. Se trata de un “aprendizaje” en el que los candidatos, tanto a la vida religiosa como sacerdotal, viven por un año o dos la vida y misión de la diócesis o comunidad y, a partir de esta experiencia, se les invita a emprender una formación espiritual y teológica más intensa para prepararse a un compromiso que dure toda la vida”[11]).
Una cultura vocacional es tal cuando invita y conduce a hacerse preguntas vitales y cuando también da pistas y herramientas para responder a ellas. El hecho de constatar que hay preguntas indica que estamos ante un ambiente que favorece la gestación de ellas y por lo tanto que pone el sentido de la vida como telón de fondo a las búsquedas y a las respuestas de estas preguntas vitales. La pregunta es el motor que impulsa y mueve a buscar. Sin preguntas no hay búsqueda y si no se busca, la vida se vuelve plana, chata, sin horizontes que desafíen a la aventura. Es una atmósfera que valora y defiende la fidelidad a la propia vocación.
Esta cultura cultiva las actitudes vocacionales de fondo, promueve una cultura del espíritu, invita a reconocer y acoger la aspiración más profunda del hombre, reacciona contra una cultura de la muerte con una cultura de la vida, es, en su raíz, la cultura del deseo de Dios, compromete la mente y el corazón del hombre en el discernimiento de lo bueno. Crear esta cultura es uno de los urgentes servicios a prestar al Dueño de la mies, que llama a colaborar con Él.
III. Hacia un acopanamiento y discernimiento vocacional
1. CONCEPTO DE ACOMPAÑAMIENTO Y DE DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
1.1 ¿QUÉ ES EL ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL?
El acompañamiento vocacional consiste en la relación interpersonal entre acompañante y acompañado en la que el acompañante ayuda al acompañado a reconocer, acoger y responder a la acción de Dios que pasa como salvador y señor por su vida y le llama a seguirle según un proyecto de vida.
El acompañamiento vocacional es el dinamismo[12] privilegiado de la pastoral vocacional. A través del mismo es posible detectar y acompañar con profundidad las inquietudes y signos vocacionales que aparecen en los llamados y a ayudarles a personalizar su proyecto de vida cristiana específica. Es, por tanto, una ayuda temporal e instrumental que una persona presta a otra para que ésta última pueda vivir adecuadamente su proceso vocacional.
El proceso vocacional es un camino con niveles y etapas distintos, conceptualmente diferenciados. En la práctica alguna etapa puede coincidir o adelantarse a otras, pues es variopinta la situación real de las circunstancias que puedan darse en concreto. Conviene, de entrada, ir buscando convergencias entre lo teológico y lo antropológico. Desde ahí se plantea la tarea del acompañamiento. En síntesis podemos decir que se dan los siguientes momentos:
· Nace la vocación.
· Se detecta esa vocación.
· Se acompaña, discierne y examina la vocación
· El sujeto consolida su vocación.
· El acompañante examina la vocación.
· Se acoge la vocación con la primera incorporación institucional.
El acompañamiento vocacional no es propiamente una etapa, sino una ayuda, un instrumento de discernimiento que debe cubrir todo el proceso vocacional.
Por "proceso" queremos entender aquel segmento de la historia vocacional del individuo que abarca en concreto desde el nacimiento de la vocación (autoconciencia de la misma) hasta el ingreso en el correspondiente centro de acogida.
Hay muchas más definiciones que pueden decir lo mismo o algo muy semejante. Pero nos detenemos en tres aspectos que hay que considerar como los más significativos:
· EL FIN del acompañamiento es que el candidato responda personalmente a la llamada de Dios.
· EL MEDIO que utiliza es el discernimiento.
· EL INSTRUMENTO empleado es la relación de dos personas (acompañante y acompañado).
Para responder a esta interrogante diremos primeramente qué es el acompañamiento espiritual; “es una ayuda temporal e instrumental que un hermano mayor en la fe y en el discipulado, presta a un hermano menor, compartiendo con él un trecho del camino, para que pueda discernir la acción de Dios en él, tomar decisiones y responder a la misma con libertad y responsabilidad”[13]. El acompañamiento (espiritual-vocacional) se fundamenta en la paternidad de Dios. Ser padre es una realidad cotidiana y existencial que marca la vida de tal manera que, a partir de un nacimiento: ¡se es padre para siempre! Podemos hablar de una paternidad biológica en el momento en que el varón fecunda a la mujer; podemos hablar de una paternidad psicológica cuando el hombre asume su rol de padre. Hablamos de paternidad espiritual-eclesial del sacerdote, que le da plenitud humana y sobrenatural, cuando éste acompaña a otro (es diferente al “paternalismo”)[14].
Por lo anterior podemos afirmar que el acompañamiento supone dos personas: uno que acompaña y otro que es acompañado. Cada uno desempeña una función complementaria, posee su visión propia, y reclama disposiciones particulares que no se reducen a las del otro.[15]
1.2 ¿QUÉ ES DISCERNIMIENTO VOCACIONAL?
Hablar del discernimiento, quizá lo hemos escuchado en algún momento de nuestra vida, sin embargo en la mayoría de las veces no ha significado algo en particular, pues el concepto es muy amplio y aplicable en muy distintos campos. Por ello al referirnos al término en este trabajo los abordaremos desde el campo teológico, es decir, delimitaremos su campo, para poder comprenderle mejor y sobre todo para que nos dé la pauta en el campo que nos ocupa, que es la vocación.
Habiendo entrando en el terreno de las definiciones y encontrar en ellas una gran cantidad de elementos para llegar a una profundidad en el discernimiento vocacional, pero antes habremos de decir que para que la existencia cristiana pueda desarrollarse en su autenticidad, es necesario una continua confrontación entre los impulsos y la guía de Dios, que se revela en Cristo, en la Iglesia, y los tirones de los instintos humanos o de las potencias del mal, que son contrarias al Espíritu de Dios. No es fácil distinguir entre la acción del Espíritu de Dios y la del espíritu humano. Ante todo, la vida interior del hombre es compleja, y éste, por error, puede considerar como una manifestación de lo absoluto o de Cristo algo que, de hecho, no es más que fruto de una elaboración subjetiva. La dificultad proviene también de que, estando el Espíritu de Dios presente en nuestro espíritu humano, las debilidades intentan imitar al Espíritu de Dios para engañar al hombre y apartarle así del plan de salvación. Ahora bien reflexionado sobre los conceptos de la vocación y del discernimiento, podemos ahora acercarnos a una definición del “discernimiento vocacional”, por lo tanto podemos definirlo de esta manera: es la interpretación de los signos cotidianos de nuestra vida, sobre la llamada de Dios, a nuestra conciencia de clarificar el acontecimiento de nuestra vida en el ser y quehacer, llevándonos a encontrar un compromiso en el que podamos manifestar con hechos concretos la realización de nuestro proyecto de vida.
Quizás es una definición sencilla, sin embargo nos da suficientes luces para llevarlo a la práctica. Claro está que este discernimiento tendrá unos elementos s tomar en cuenta, pero ello lo abordaremos más adelante.
Cabe mencionar que el discernimiento vocacional, no puede reducirse en la práctica a un frío examen y calculo de riesgos, sino que debe ser auténticamente un diálogo vital con Dios, que le permita a la persona, sentir el aliento de Dios en la propia vida y se convierta en una clara interpretación de lo que Dios le está pidiendo.
Se debe considerar que el discernimiento es solo un elemento, de muchos otros que hay en el camino de la vocación, pero que tiene una especial relevancia, dentro de todo el proceso y el cual merece un trato delicado y cuidadoso, tanto de quien lo hace, como de quien lo va acompañando.
Discernir es, como lo dice la palabra misma, pasar por la criba, seleccionar, distinguir. Es la acción del trabajador de la construcción con la aren que prepara para hacer la mezcla. Es la tarea del pastelero que pasa por el tamiz la harina, para cocinar un fino bizcocho. La harina o la arena serían- aplicándolo a nuestro campo vocacional- las opciones o decisiones que hay que hay que ir tomando en el caminar vocacional. La criba seria la experiencia de Dios desde la meditación de su Palabra y la participación en los misterio de la fe, a través de la Liturgia y los Sacramentos.
En la tarea de discernir existen varios elementos importantes:
a. Las situaciones: el discernimiento viene muy parejo a las múltiples circunstancias que viven las personas.
b. El objeto del discernimiento: el objeto del discernimiento es la conducta humana.
c. Las claves del discernimiento: los criterios que debemos utilizar para El discernimiento están muy relacionados con El estilo de vida del discípulo de Jesús. La clave fundamental parece estar- siguiendo las palabras de San Pablo- en aquello que construye la comunidad, aquello que contribuye a la edificación de la Iglesia, al crecimiento del Cuerpo de Cristo:
d. Las señales del discernimiento: la prueba más clara de que se está en un autentico proceso de discernimiento son los frutos que produce: el vivir una vida profundamente cristiana, con conductas que sean reflejos de lo que uno cree.
e. El discernimiento como actitud permanente: es verdad que el discernimiento vocacional tiene un comienzo y un final concreto, que desemboca en una opción de vida, ya sea consagrada o laical. Pero no todo termina ahí. Sino que permanentemente debemos estar abiertos a descubrir los caminos de Dios, para ir escribiendo junto con Él la Historia de la Salvación.
2. HACIA UN ACOMPAÑAMIENTO Y DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
No es fácil dar una definición de lo que se entiende por acompañamiento espiritual; intentaremos decir en qué consiste el acompañamiento, a través de los distintos elementos que se ponen en juego. Entendemos por acompañamiento la relación estable entre el acompañante y el acompañado para discernir juntos la voluntad de Dios respecto del acompañado, y así este pueda alcanzar la plenitud de la vida cristiana5.
Acompañar a una vocación es siempre ayudarla a discernir la voluntad de Dios, es acercarla a la vida sacramental principalmente a la Eucaristía y a la confesión, es disipar dudas alimentadas por el diablo, es enseñarla a orar, es ser su directora espiritual.
Acompañarla también es, desde luego, enseñarle nuestra vida religiosa, nuestra forma de vivir, sin paliativos o descuentos. Hoy nuestros jóvenes no quieren una vida religiosa “light”, descafeinada. Quieren una vida religiosa exigenteycomprometida.
Cuando el Papa Juan Pablo II ya en 1992 declaraba: “Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar ‘actitudes vocacionales de fondo’, que originan una auténtica cultura vocacional”6… es consciente de las especiales dificultades que el hombre moderno encuentra para responder a la llamada de Dios y vivir la propia vida en clave vocacional. Precisamente por estas dificultades es urgente intentar crear una cultura vocacional; es decir, desarrollar una atmósfera en la que los jóvenes católicos puedan disponerse a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como forma permanente de vida a la que están llamados en la Iglesia.
Cuando el Papa Juan Pablo II ya en 1992 declaraba: “Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar ‘actitudes vocacionales de fondo’, que originan una auténtica cultura vocacional”6… es consciente de las especiales dificultades que el hombre moderno encuentra para responder a la llamada de Dios y vivir la propia vida en clave vocacional. Precisamente por estas dificultades es urgente intentar crear una cultura vocacional; es decir, desarrollar una atmósfera en la que los jóvenes católicos puedan disponerse a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como forma permanente de vida a la que están llamados en la Iglesia.
La vida es don totalmente gratuito y no existe otro modo de vivir digno del hombre, fuera de la perspectiva del don de sí mismo (...) La vocación nace del amor y lleva al amor, porque el hombre no puede vivir sin amor. Esta cultura de la vocación constituye el fundamento de la cultura de la vida nueva, que es vida de agradecimiento y gratuidad, de confianza y responsabilidad; en el fondo, es cultura del deseo de Dios, que da la gracia de apreciar al hombre por sí mismo, y de reivindicar constantemente su dignidad frente a todo lo que puede oprimirlo en el cuerpo o en el espíritu.
La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro sobre un modelo de hombre sin vocación.
La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación.
Todo acompañamiento es una experiencia religiosa de encuentro, en el que el acompañado plantea lo que está sucediendo en el hoy de su vida, para que junto con el acompañante pueda reconocer quién es, qué quiere y dónde se encuentra en el camino que lo lleva a la adultez en Cristo. Estos encuentros se caracterizan por ser periódicos y sistemáticos, dado que no se puede discernir la vida y la obra del Espíritu de una vez, es necesario iniciar un proceso donde se requiere de tiempo para recorrer las distintas áreas de la vida de la persona. El acompañado tiene que descubrir su ser más profundo y su evolución, de manera que el acompañante pueda entrever su realidad espiritual y su misterio, como Dios va operando en él o en ella.
En todo proceso de acompañamiento es necesario tener en cuenta que lo que importa es la persona, él es el centro del acompañamiento, más que los problemas que presenta: algunas preguntas que deben estar presente; ¿Quién es la persona que tiene dificultades? ¿Cómo vive los problemas? ¿Qué fuerzas tiene? ¿Cómo es su historia espiritual? El acompañamiento siempre va a tener una valoración de lo interpersonal como el lugar privilegiado de encuentro y descubrimiento de la realidad misteriosa del acompañado.
Hoy tendemos a vivir en una cultura de la eficiencia –como mencionamos anteriormente–, en la resolución instantánea de los problemas, en el ofrecer rápidamente luces para que el otro salga adelante como pueda. El experto o el profesional se centran en los problemas, en cambio el acompañante espiritual se centra en la persona.
Por último mencionar que el acompañamiento espiritual es un lugar privilegiado de la Gracia de Dios, de la verdad que es Cristo y de solidaridad fraternal que se vive en la Iglesia. El acompañamiento es un lugar de Gracia por el intercambio de vida y, cómo el amor de Dios, pasa mediado por el cariño y la comprensión, la experiencia y la lectura novedosa que hace el acompañado de su propia vida. Éste nos libera de la soledad y del encierro haciéndonos crecer en transparencia. Llegamos a ser personas llenas de luz y claridad, signos delicados del amor de Dios y de su Gracia salvadora.
Podemos decir que somos peregrinos de principio a fin, caminantes, y que cuando hacemos el camino solos, podemos equivocarnos y optar por otros caminos y fácilmente nos perdemos. En el acompañamiento ponemos la vida en las manos de otro y vamos haciendo camino juntos. Así ese otro puede reflejar, comentar, discernir la obra de Dios y denunciar, indicar el mal espíritu, la cizaña. Esta es una manera fraternal y solidaria de recorrer el camino.
De todo lo anterior, podemos concluir la importancia de un acompañamiento espiritual, teniendo presente la importancia de ayudar a contactarse, conocer y convertir los deseos profundos del corazón, porque en definitiva nos movemos para alcanzar aquello que deseamos. Es importante tener en cuenta que en lo profundo de todo deseo podemos descubrir el deseo de Dios[16], único descanso de nuestra alma[17]. Por ello, no es aconsejable aplastar o destruir aquellos deseos sospechosos, porque finalmente nos quitan la fuerza interior, es necesario conocer sus raíces, purificarlos y reorientarlos hacia Dios[18].
Por otro lado, descubrimos que el acompañamiento espiritual implica siempre una participación en la paternidad divina que engendra hijos e hijas y los hace crecer. Toda paternidad espiritual está, pues, fundada en la paternidad de Dios. Cualquier padre espiritual sólo obra en virtud de una participación en la vida de Dios Padre. Su autoridad no le pertenece, es derivada, y se ubica en la autoridad o paternidad materna de la Iglesia; sólo de esta manera podemos cumplir la palabra de Jesús: “No llaméis a nadie Padre en la tierra, porque uno sólo es vuestro Padre, el del cielo”[19]. Concluimos que la paternidad debe enriquecerse con rasgos maternos, como lo expresa el apóstol Pablo a los Tesalonicenses[20], en este texto descubrimos los trazos característicos de la figura paterna: comunicación de enseñanza, estímulo y reprensión; como también las notas maternas: cuidado y ternura.
En la vida cristiana el discernimiento es muy importante. El hombre de fe está llamado a descubrir y responder libremente a la llamada personal de Dios para vivir la plenitud de ser hijo suyo, hermano en su Hijo Jesús y miembro de la Iglesia en la comunión del Espíritu Santo. Esto en medio de los ruidos y múltiples oportunidades que ofrece el mundo de hoy.
En nuestro Proyecto de Pastoral Vocacional de los Misioneros del Verbo Divino se propone una pedagogía procesual, orientada a los jóvenes en su proceso de discernimiento orgánico y gradual, de acogida de la vocación, de acompañamiento personalizado, a fin de descubrir los propios dones y de responder con ellos al llamado de Dios. Para esto se necesita una etapa de discernimiento que favorezca en el joven su crecimiento en actitudes y valores relacionados con su madurez humana, social, espiritual y comunitaria.
En primer lugar, se debe considerar el autoconocimiento y aceptación del joven, que se logra por medio de un acercamiento sincero, abierto, perseverante, confiado ante el futuro y ante la posibilidad del fracaso. Esto ayudará a que la vida comience a ser enfrentada con verdad y responsabilidad. Además, facilitará la madurez social que llevará a un deseo de conocimiento y responsabilidad con su entorno, sintiéndose parte y llamado a la reflexión, atención y preocupación de las distintas realidades con actitud crítica y positiva.
En un segundo momento, es importante en el discernimiento realizar un camino de madurez espiritual, que lleve a una profundización en el conocimiento y la relación personal con Jesucristo al interior de la vida de la Iglesia. De igual forma, se busca un camino de madurez comunitaria para profundizar su experiencia eclesial. Lo anterior, permitirá a los jóvenes crecer en servicio, diálogo, disponibilidad, flexibilidad, comunión, la caridad, la donación, la misericordia y fraternidad.
Antes de finalizar el proceso de discernimiento inicial, se presentará a los jóvenes las dimensiones de la formación[21] como una nueva herramienta que les ayude en la toma de decisión. Para lograr lo antes mencionado, necesitamos un “conjunto de pasos y procedimientos que encaminan al logro de los objetivos propuestos”[22]. Para ello, proponemos los pasos de “ver, juzgar, contemplar, actuar, revisar y celebrar”[23] que se presenta como “un estilo de vida y una espiritualidad, que vive y celebra el descubrimiento de la presencia de Dios en la historia, la actitud de conversión personal continua y el compromiso para la transformación de la realidad”[24].
Porque nuestra Congregación es una comunidad internacional y pues, la dimensión cultural es muy importante. Nuetro Proyecto propone el desarrollo de experiencias de culturas vocacionales, que se cruzan o nacen del Plan Pastoral juvenil. Por medio de éstas se busca ayudar a los jóvenes en el descubrimiento y desarrollo de su proyecto de vida cristiano y vocacional específicos. Con este proyecto se busca implementar un itinerario vocacional que contempla tres momentos: despertar, discernir y acompañar[25], todo esto por medio de una pedagogía pastoral progresiva.
a. EL PROCESO DE DISCERNIMIENTO. En el libro de los Ejercicios espirituales (nn. 168-189) san Ignacio de Loyola nos ha precisado desde su experiencia el proceso de discernimiento cristiano, que consta de los siguientes aspectos:
+ Estado de libertad interior por dominio propio y el don del Espíritu (n. 21). Esta situación se expresa por el deseo del más y mejor (n. 25) respecto de la voluntad de Dios, la disposición para «sentir y gustar de las cosas interiormente» (n. 2), es decir, desde la afectividad.
+ Para avanzar en el camino del discernimiento hay que comenzar por pedir con la cabeza y el corazón la gracia que se desea alcanzar (n. 91). La acogida de la palabra de Dios desde lo profundo del corazón y la contemplación de los misterios de la vida del Señor son el contenido fundamental de los Ejercicios espirituales. Al misterio cristiano se llega a través de la oración contemplativa y afectiva, para ser transformados por aquello que contemplamos.
+ «Hacernos indiferentes» (n. 23) a todo lo que no es Dios y su reino; todo lo demás es relativo e innecesario, y se asume si ayuda a hacer la voluntad de Dios y a construir su reino. Por lo mismo, todo deseo, seguridad o decisión que no se confirme desde Dios debe revisarse.
+ Actitudes ante las elecciones. Se pueden tener dos actitudes, una adecuada y otra inadecuada. La actitud cristiana se da cuando el cristiano se dispone «mirando para lo que soy creado, es a saber, para alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi alma» (n. 169). La actitud no evangélica es la que elige primero los medios, y luego trata de acomodar la voluntad de Dios a los propios intereses (n. 169).
+ Comprobar las consolaciones y desolaciones en el «conocimiento interior» del Señor y en el compromiso con su proyecto. Se trata de ver qué cosas nos llenan de amor a Jesucristo, nos dan paz y alegría y aumentan las virtudes teologales (n. 316). Las experiencias de consolación llevan a amar todas las cosas en y desde Dios, y a buscar la salvación personal y de los demás, y a confirmar las decisiones que se han tomado. Por el contrario, las experiencias de desolación se manifiestan en ceguera, tristeza, frialdad para las cosas de Dios, y en falta de amor y esperanza; en consecuencia, la persona se siente atraída por todo lo terreno (n. 317); la desolación es manifestación de la acción del mal espíritu en nosotros.
A partir de las mociones interiores, del examen de razones y motivos a favor y en contra de una elección y en un tiempo tranquilo se puede hacer una elección como voluntad de Dios. Después debe llevarse la elección a la oración para que Dios la confirme (nn. 179-183).
b. EL ACOMPAÑAMIENTO DEL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL. Nos centramos ahora en el discernimiento vocacional al que cada creyente está llamado como maduración de su vocación bautismal12. La referencia obligada es Jesús de Nazaret, por dos motivos principales; él tuvo una vocación única como mesías de Dios, y su persona es para nosotros la referencia de toda vocación.
Para Jesús lo último y definitivo fue hacer la voluntad del Padre, expresada como la llegada y realización del reino de Dios; Jesús vivió desde su experiencia original y recorrió un camino histórico para encontrar la expresión de la voluntad del Padre: la praxis del amor a los más pobres como amor preferencial y conflictivo.
Jesús también animó el proceso vocacional de sus discípulos, desde la primera llamada hasta el envío misionero poco antes de la ascensión (Mt 28,16-20). Jesús «eligió a los que quiso» y en el grupo de los elegidos coincidieron personas muy distintas; él les invitó a la radicalidad evangélica y a formar comunidad para la misión.
El seguimiento vocacional de Jesús, entonces y ahora, tiene unas notas muy específicas: relativizarlo todo por el Reino, que sea para13 siempre, en favor de los más pobres y en gratuidad. La dinámica del seguimiento no es la de conocer para seguir, sino la de seguirlo para mejor conocerlo y amarlo. Sólo es posible permanecer en el seguimiento vocacional de Jesús si su persona, vida, mensaje y causa enamoran nuestro corazón; únicamente así la renuncia y los esfuerzos se viven en positivo y para dar cabida a la utopía del evangelio.
Sabemos que la vocación tiene estructura dialogal, llamada y respuesta; la vocación es la iniciativa de Dios para una misión. Si la vocación es auténtica ayuda a vivir, a realizarse. No es posible llegar a percibir la llamada de Dios sin un conocimiento interno de la persona de Jesús en la oración contemplativa y en la praxis del seguimiento; elegir es ante todo ser elegido por el estilo de vida de Jesús y su proyecto liberador.
c. PASOS EN EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL.
+ La iniciativa en la llamada vocacional parte de Dios (Le 5,10). Se inicia la andadura vocacional cuando el creyente percibe que su proyecto de vida tiene que ver con el proyecto de vida de Jesús. No se trata de tener fe, sino de que toda la vida esté en referencia a él y a su causa.
+ La seducción de Cristo (Flp 3,8). Supone que la persona de Jesús aparece como lo más importante, como la novedad que recrea y resitúa todas las cosas. Produce el efecto de descentrar a la persona de sus egoísmos e intereses para abrirle un horizonte nuevo.
+ La vocación se vive en el mundo, sin ser del mundo, para transformar el mundo (Jn 17,15). La vida cristiana se entiende como un estilo alternativo de vida, basado en los valores del evangelio: ser, servir y compartir. La sociedad suele moverse, en gran parte, por los intereses del tener, dominar y competir. La confrontación de uno y otro estilo lleva al conflicto y a la praxis transformadora de la realidad. Las dificultades no se pueden superar sin la ayuda de la gracia, el discernimiento de lo bueno y la toma de partido.
+ «Los gritos de los más pobres» (GS 1). Cuando lo que sucede a nuestro alrededor deja de percibirse ingenuamente, algo importante ha ocurrido en la conciencia. La capacidad crítica iluminada por la fe nos permite descubrir las causas del mal y hacer de la propia vida una respuesta liberadora. Los sufrimientos y las penas de los marginados no nos dejan indiferentes, pues a través de ellos percibimos la misma voz de Dios que llama y envía.
+ La llamada relativiza todo lo que no es Dios y la justicia de su reino (Mt 19,21). El seguimiento de Jesús como llamada vocacional nos invita a quitar del corazón todo lo que nos impida responder de forma pronta, libre y generosa. Cada vocacionado verá los autoengaños que le acechan a la hora de discernir y de tomar opciones. Los principales autoengaños son: no vivir la fe como llamamiento personal, entender la radicalidad del evangelio como algo optativo, no sentirse urgido por las necesidades de los más pobres, querer tener plena claridad intelectual para tomar decisiones, miedo a elegir por cerrar otros caminos y reservarse facetas de la vida al margen de los planteamientos creyentes.
+ La vivencia de la vocación consiste en la identificación con Cristo (Gál 2,20). Cuando Pablo exclama «y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí», siente la seducción de Cristo y el corazón inflamado por el amor a todos los hombres. La confianza absoluta en Dios Padre misericordioso y la identificación gozosa con la cruz desde el servicio humilde es lo único que da las fuerzas necesarias para responder a la llamada de Dios con constante fidelidad.
+ Con Cristo resucitado, cabeza y primogénito de la nueva humanidad. Cristo resucitado, cabeza de la nueva humanidad y primogénito de los hermanos, va haciendo camino. ¿Cómo continuar su misión? ¿Cómo servir más y mejor a su causa? La respuesta a estos interrogantes vocacionales son posibles desde la experiencia de que el Resucitado está presente y actuante en medio de nosotros como primicia.
+) «Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). La presencia del Señor es para que nos animemos a vivir del amor, de la entrega y la gratuidad. Construir el reino de Dios en este momento supone una forma nueva de ver y hacer. Ser testigos y enviados hasta el extremo del orbe para construir la fraternidad. Las vocaciones cristianas son misioneras, pues son servicio fraternal a todos los hombres y mujeres, empezando por los más pequeños y sencillos. El vocacionado sabe que Dios nunca le fallará y que siempre será para él sostén y fuerza .
3. LA NECESIDAD DE UN ACOMPAÑANTE EN EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
No cabe duda que en la situación en la que vivimos, y me refiero por supuesto a nuestra realidad, hay demasiadas cosas que afectan de una manera en particular, el rumbo que toman principalmente los jóvenes, pues se ven increpados por un mar de situaciones y posibilidades que pareciera de pronto que navegan en la grandeza del océano sin rumbo ni timón. Son muchas las ofertas que de pronto la persona entra en un estado en el que no encuentra lo mejor para su vida, es decir, ante todas las posibilidades, surgen las confusiones y los titubeos. Por ello, lo mejor será siempre, contar con una persona cualificada que pueda acompañar y encaminar a la persona, que sepa brindarle los elementos necesarios que le vayan orientando en el rumbo hacia donde se dirige. La presencia de una persona durante en el discernimiento garantiza tres cosas: A).- “La disciplina en el discernimiento en la cual incluimos una entrevista, esto es garantía de seriedad del joven ante sí mismo, de empeño comprometido en buscar la claridad que anhela y de hacerlo desde la atención responsable y continuada a su propia experiencia y a la acción de Dios en él. B) Es también garantía de objetividad para superar los propios engaños. Confrontando la propia realidad con la verdad salvífica de Cristo. C) Supone en el propio sujeto garantía de apertura y docilidad, tanto más necesaria cuanto que, de esa forma plena de existencia que llamamos fe y el compromiso vocacional que en ella se deriva, requiere como talante propio del discípulo, capacidad y disposición”.[26] Con toda seguridad que cuando se busca una persona que acompañe en el discernimiento, se garantiza que la conducción tendrá mucho mejores resultado que si lo hiciera sola la persona. Ahora bien el diálogo profundo será de primera necesidad en este caminar juntos y nunca debe perderse de vista el objetivo de la ayuda, que no será otro sino el de que la persona crezca en libertad y disponibilidad suficiente para buscar y hallar la voluntad de Dios, en la disposición de sí mismo para su bien y el de los demás, según el plan de Dios.
Conclusión
Cada actividad apunta a tal meta. Las actividades vocacionales, por supuesto, también apuntan a las metas buenas para que los agentes vocacionales logren resultados felices en su trabajo.
Una cultura vocacional será ese tejido de personas que encarnan valores y concepciones de la vida que cristalizan en criterios pastorales, que motivan a los demás a descentrarse de sí mismos, a mirar mas allá de los propios proyectos personales, a sentir la vida cristiana como vocación, a escuchar la llamada de Dios y abrirse a las alternativas de la vida sacerdotal, religiosa o laical, todos orientados hacia el mismo fin: el servicio a la iglesia y a la sociedad.
La finalidad del acompañamiento vocacional es la de ayudar al joven a conocerse, a aceptarse y a crecer, a discernir la propia vocación, según lo que el Señor le pide; y también a examinar y evaluar el camino recorrido.
En el acompañamiento vocacional hay que reservar una atención particular a las motivaciones que alientan al joven en su deseo de entrar en comunidad. Aquí juegan, de manera dinámica y generalmente concrescentes entre ellos, las necesidades y los valores. Como sugerencia sintética conclusiva, aquí van algunas atenciones que hay que tener a nivel de las motivaciones.
El discernimiento vocacional tiene una importancia capital para la vida de toda persona. Debemos ir más allá de una vocación de consagración específica, del futuro seminarista o religiosa o religioso. Debemos ayudar a todas las personas que se acercan a nosotros para buscar el camino que les pide el Señor.
Por tanto, la conclusión más importante está en el sentido de que todos debemos procurar cultivar la experencia-base, sea porque ya estuvo presente desde el comienzo, sea porque fue surgiendo alo largo de la vida religiosa[27]. Entonces, una cultura vocacional necesita estar actualizando, explorando y verificando en proceso del acompañamiento y discernimiento vocacional, puesto que los elementos que se conjugan en cada etapa irán tomando nuevas aristas, decisiones y mayor profundidad en la maduración de la vocación, ya sea en el ejercicio del ministerio sacerdotal o en la consagración a una vida religiosa.
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[1] Cf. Obra Pontificia par alas Vocaciones Esclesiáticas, Nuevas Vocaciones Para Nueva Europa, Secretariado de la Comision Episcopal de Seminarios y Universidades, Edice Madird, 1998, n.13b
[2] http://www.monografias.com/trabajos13/quentend/quentend.shtml.
[4]www.wikipedia.org
[9] JUAN PABLO II, Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones 4; cf. JUAN PABLO II, Mensaje 38.ª Jornada mundial de oración por las vocaciones 1-2
[10] Cf. JUAN PABLO II, Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 2; Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 2004, 5; Mensaje 41.ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2004, passim
[11] III CONGRESSO CONTINENTALE SULLE VOCAZIONI AL MINISTERO ORDINATO E ALLA VITA CONSECRATA IN NORD AMERICA: Conversione, discernimento, missione. p. 94. Ed. Rogate, Roma 2003
[12] Hay recursos pedagógicos y pastorales (materiales, actividades, estructuras) que sirven para animar la pastoral vocacional y para implicar a todas las personas y comunidades cristianas en el interés y trabajo por las vocaciones. Poseen, por lo tanto, una clara intención vocacional. De esos recursos, se denominan dinamismos, por la energía que poseen en sí mismos para impulsar el camino de la pastoral vocacional.
[13] Carlos Eduardo Silva, Procesos y estructuras para el acompañamiento vocacional, Apuntes de clases, ITEPAL, (2010)
[15] Luis Migone Repetto, Acompañamiento Espiritual, Apuntes de Clase, Seminario Pontificio Mayor de Santiago (2009)
[16] Ya San Gregorio de Nisa, abordando este tema decía que todos los deseos instintivos, luego de la purificación, volverán a su origen, es decir a Dios.
[17] “Cuando “lo que deseo” coincide con “lo que pienso que tengo que hacer” y si también “puedo vivirlo y realizarlo” llego a sentir una paz interior, una fuerza y una disposición alegre. Este es el sonido triple de la voz única de Dios, que se oye muchas veces como disonancia, y que ha llegado a ser un sonido que provoca que la vida se llene con colores. La tensión que existe entre la naturaleza del hombre, sus deseos y la manifestación de Dios en la realidad, suena ahora juntamente y forma una nueva armonía”. Texto de Josef Maureder s.j.
[18] Desarrolla este tema Cencini en “El mundo de los deseos”, Paulinas (2003)
[20] (1Ts 2,7-12) “Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño de sus hijos. De esta forma, amándoos a vosotros, queríamos daros no sólo el evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser, porque habíais llegado a sernos muy queridos (...) Como un padre a sus hijos, lo sabéis bien, a cada uno de vosotros os exhortábamos y alentábamos, conjurándoos a que vivieseis de una manera digna de Dios, que os ha llamado a su Reino y gloria” (1 Ts 2,7-12). Y también en “¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros (Ga 4,19).
[21] PDV 43 – 59
[25] Carlos eduardo silva, Procesos y estructuras para el acompañamiento vocacional, Apuntes de clases, ITEPAL, (2010)
[26] “El discernimiento vocacional”, en Casa de la juventud; cursos de Iglesia y vocación, año XXIV, No. 150, Noviembre-Diciembre, 1989, Pág. 46
[27] LIBANIO, João B, Discernimiento Vocacional: la experencia “fundante”, Diakonia No. 59, 1991 (p. 87.)
[24] Celam, op. cit., p. 297
[25] Carlos eduardo silva, Procesos y estructuras para el acompañamiento vocacional, Apuntes de clases, ITEPAL, (2010)
[26] “El discernimiento vocacional”, en Casa de la juventud; cursos de Iglesia y vocación, año XXIV, No. 150, Noviembre-Diciembre, 1989, Pág. 46
[27] LIBANIO, João B, Discernimiento Vocacional: la experencia “fundante”, Diakonia No. 59, 1991 (p. 87.)