Curso Acompañamiento Espiritual
P. Amadeo Cencini
Padre Hurtado - junio 2003
Introducción
La actual crisis vocacional, es quizás por la deficiente calidad del acompañamiento personal. Se habla mucho del Acompañamiento Personal y no siempre es correspondiente su actualización en la práctica.
En el Acompañamiento Personal hay una sabiduría de vida, para escuchar la voz del Espíritu, ya que el Acompañamiento Personal es mediación[1] de esta voz. Lo importante no es nuestra voz, sino la voz de Dios. Para esto se requiere que el acompañante sea experto en escuchar esta voz y en reconocer las resistencias humanas para escucha la voz del Espíritu y en el dar respuesta a ella.
El Acompañamiento Personal debe ayudar a que los acompañados sean capaces de escuchar la voz de Dios. En cada día de nuestra vida, hay una vocación, un llamado de la voz de Dios, que me invita a dejar la tierra natal. Cada vocación es matutina. El acompañante, tiene que ser experto en escuchar esta voz, para ser capaz de acompañar al otro.
El Acompañamiento Personal es un tema de frontera, entre la teología y las ciencias humanas (psicología). Por eso se hace un tema complejo, desde la perspectiva que viene de lo alto (lo divino) , y la perspectiva de lo humano. Dos perspectivas clásicas: la teología bíblica y la perspectiva humana; que en el fondo son dos elementos: arquitectónicos y hermenéuticos.
El elemento arquitectónico me dice la esencia de una realidad. Para un creyente estos elementos son revelados por la teología y la Biblia. Estos elementos me dicen cuál es el sentido y son propuestos por la Palabra de Dios. Desde esta perspectiva se nos ilumina el objetivo del Acompañamiento Personal.
Pero que los elementos arquitectónicos sean claros no es suficiente. Necesitamos también de los elementos hermenéuticos, que nos ayudan a entender la Palabra de Dios. Aquella Palabra de Dios encarnada en la realidad humana. Palabra de Dios que me hace hombre con el único deseo verdaderamente humano: el deseo de Dios. Deseo que muchas veces es contaminado, negado y corrompido. Sin embargo los elementos hermenéuticos nos ayudan a reconocerlo. A la vez, el único miedo genuinamente humano, es el miedo de Dios. No hay llamado en la Biblia que no perciba el miedo del llamado de Dios.
Los elementos hermenéuticos nos ayudan a comprender esta complejidad: miedo y deseo de Dios. Nos ayudan a oír la voz de Dios, a entender que esta voz es matutina. Estos elementos hermenéuticos son indispensables y nos abren una inédita realidad de nosotros, que no todo es docible (dócil). Entender que entre el diálogo que se da entre Dios y el hombre, está la interferencia.
Contemporáneamente son necesarios los elementos arquitectónicos y hermenéuticos, como clave interpretativa de la realidad humana. La vocación es la resultante de estos dos aportes.
Los objetivos del curso son:
- Revisar los Modelos de la formación, ya que el acompañante es un formador. Pero antes de formar, primero hay que orientar ( ayudar a mirar la raíz, volver a la identidad original y clarificar la auto identificación), luego educar (sacar a fuera la verdad) y finalmente formar (no se puede formar lo que antes no se ha educado)
- Un modelo preciso de Acompañamiento Personal, en dos percursos de la vocación:
- el que termina en una elección vocacional (el modo de vivir la fe), como una expresión de madurez de la fe.
- como el primer paso del recorrido de la propuesta vocacional (la fe). Muchas veces reducimos esta propuesta a las personas creyentes; y sin embargo la propuesta vocacional es para todos, como el primer paso del camino y crecimiento de la fe. Esta reducción de la propuesta vocacional, es una de las causas de la crisis vocacional.
1. MODELOS DE LA FORMACIÓN
Hay tres direcciones que la formación hoy debería seguir:
a) Pasar de la lógica de la secuela imitativa, a la internalización de los sentimientos del Hijo.
b) Pasar de la preocupación individualística de a perfección personal, a la perspectiva relacional (abrir perspectivas sobre el otro).
c) Pasar del objetivo de la perfección, al modelo de la integración, pasando por el modelo de la autorrealización y el modelo de la autoaceptación (cuatro modelos).
a) De la secuela imitativa a la internalización de los sentimientos del Hijo.
La imitación se puede quedar en lo externo (en la conducta exterior). La internalización es más fuerte, ya que compromete más al individuo. Es más significativa antropológica y bíblicamente. Significa una conversión interior del individuo.[2] Tener los mismos sentimientos del Hijo. Los sentimientos expresan la parte más humana del yo. Lo importante es el corazón. ¿De qué sirve una formación que no toca los sentimientos, los deseos, y que sólo se queda en el comportamiento y la conducta exterior?
Los sentimientos son la vía para descubrir las motivaciones, los sueños y los deseos del sujeto. Los sentimientos pueden ser evangelizados y llegar a ser expresión de una conversión. Son modificables y pueden ser formados hasta que sean los mismos sentimientos del Hijo. Esto requiere una formación permanente, es decir toda la vida.
b) De la preocupación individualista de perfección personal a la centralidad de la relación y la misión apostólica (relacional)
Aquí hay un cambio radical de una concepción racional a relacional. Lo relacional define al ser humano esencialmente.[3] Lo relacional corresponde también a una dimensión bíblica, que a la vez es afirmada por la filosofía y la antropología. Dios es relación. La Trinidad es comunión y amor. La trinidad es el concepto más humano y más simple. En el Espíritu Santo todo es relación, todo es tú. Lleva a Dios fuera de sí. Es el icono bíblico que pone la plenitud del tú liberado del yo. Que no se asusta de la diversidad y la pluralidad
El hombre es una ser inminentemente relacional. La fe es capacidad relacional: apertura y aceptación incondicionada del Otro y de los otros. Esta incondicionalidad de aceptación de Dios y de los otros, requiere formación. El dinamismo vocacional debe ser relacional y por eso el Acompañamiento Personal. La perfección es un concepto originalmente individualista. El narcisismo y el egocentrismo vulneran la esencialidad del ser en relación.
Hay que orientar la formación hacia la dimensión del yo relacional (no sólo el yo actual y el yo ideal). El yo relacional, tiene que ser formado, educado y orientado (vocación = orientación del la relación).
c) Del modelo de la perfección, al de la autorrealización, al de la autoaceptación, al modelo final de la integración.
Tabla 1: Objetivo de la formación
“Tres recorridos y un único fin”
Modalidad psico - espiritual | Icono Bíblico | Área Intrapsíquica | Camino para activar | Otros |
INTERNALIZACIÓN | Los sentimientos del Hijo | Yo actual | Identificación con el Siervo o el Buen Pastor | El seguimiento imitativo |
RELACIÓN | La libertad del Espíritu | Yo relacional | Centralidad del otro | La perfección privada |
INTEGRACIÓN | El designio del Padre | Yo ideal | Recapitulación de la vida en torno a la cruz | Los modelos de la realización y la aceptación del yo |
1. Primer modelo formativo: de la perfección “Del Santo perfecto”
Se le puede llamar el modelo de la canalización, es decir, como una flecha dirigida a un punto muy preciso y limitado, excluyendo todo lo demás, todo lo que no es perfecto. Hay una pretensión (irreal) de que las energía instintivas del ser humano (ambiguas) se pueden direccionar. Pueden ser asumidas sólo en la medida que se adecuan a un proyecto elaborado por la razón. Concepto que no puede aceptar lo que es menos exacto. El riesgo (real), es que ciertas dimensiones que no encajen con el modelo de la perfección se repriman, con el consiguiente empobrecimiento del ser humano, por no desarrollar ciertas dimensiones. Riesgo del empobrecimiento al reprimir la energía instintiva.
En este modelo, lo que no es perfecto es reprimido. La persona considera los instintos como algo negativo. Pero estas fuerzas negativas no desaparecen, ni dejan de existir, sino que permanecen como una fuerza contraria porque la persona ha perdido la posibilidad de orientarla inteligentemente. Aquí la energía reprimida no se utiliza para alcanzar los valores ideales, sino que permanece como un impulso irracional no educado (fuerza selvática), no evangélico, ciego, etc. Como una fuerza que la persona debe combatir, y que se impone a su manera, porque la persona nunca aprendió a educarla. Así esta energía permanece fatalmente fuera de la vida conciente y poniendo en peligro la persecución de la pretensión de perfección.
A nivel inconsciente, se empobrece la vida psíquica y espiritual del sujeto, ya que se vuelve una vida sin pasiones y sin pasión. La vida se complica peligrosamente, porque hay una fuerza misteriosa que complica la vida y que puede salir fuera de modo incontrolable. El riesgo que esta energía no controlada, explote con consecuencias peligrosas (explosión irracional).
Otra consecuencia, es que muchos que aspiran a la perfección, sin resistir esta tensión, se pasan al extremo contrario o bien eligen vivir en la mediocridad (el contrario de la perfección). Esta es la fuente principal de mediocridad en la vida religiosa, por un concepto erróneo de santidad o de perfección.
Otro componente inevitable, es la amenaza de que el eros y el pathos (expresión de la fuerza instintiva) se hagan conscientes y produzcan angustia. Eros y pathos se traducen en fuerza contraria al ideal de los valores que se quieren vivir (se vuelven una confrontación radical), y no se descubre que en la debilidad está la misteriosa mano de Dios.
Este ideal de perfección es irreal, porque no hace presente a Dios en nuestra debilidad (dimensiones de sombra), empobreciendo nuestra vida espiritual. Se produce una lucha contra el amor de Dios. Nos da miedo que Dios nos ame en su medida divina excesiva, hasta el punto de amar lo no perfecto, de amarnos con nuestros miedos, debilidades e imperfecciones.
La persona que sigue este modelo, es de buena voluntad, pero no alcanza el amor de Dios, porque Dios se encuentra en el corazón de la realidad humana, donde también hay debilidad. Este voluntarismo castiga y reprime todo lo que se opone al ideal de la virtud. No experimenta la libertad de dejarse conducir por el Espíritu y la libertad del amor.
Este estilo de perfección se instala en el cristianismo en un período postridentino. Mucha voluntad y poca libertad interior, que finalmente se traducen en poco amor. El resultado es un hombre perfecto, rígido y duro, pero con muy poco amor.
Otra consecuencia, es la posibilidad de que esta persona sea sin pasiones y sin pasión. Extirpar la energía instintiva es imposible, y al verificar que este proyecto es inalcanzable se infiltra en el sujeto la idea de que hay algo negativo dentro de uno que es incontrolable. Se ofrece un concepto negativo de sí mismo, que se traduce en rabia y culpa. Sentido de culpa por no vencer la negatividad, que puede constatarse concientemente como depresión o turbación general. El resultado de esta confusión es que la persona no se acepta y proyecta en los otros lo que no ha logrado aceptar de sí mismo (es más controlable lo que permanece fuera). El riesgo es volverse un ser sin pasión.
Lo realmente verdadero, es que en mis energías instintivas habita Dios. La tentación es una realidad profundamente religiosa. Las grandes aspiraciones, siempre son acompañadas de grandes tentaciones. Dios habita también en la profundidad de lo negativo.
Lo positivo de este modelo, es la extrema claridad del proyecto que se quiere lograr, la disciplina y la claridad del proceso metodológico y de la identificación del bien y del mal. En tiempos de confusión y desorientación, propios de nuestra actualidad, hay quienes piensan que todo se arreglaría volviendo a la claridad y disciplina de este modelo.
Pero es evidente el riesgo del perfeccionismo y del legalismo. Caen en el síndrome de la observancia legal (alcanzar la perfección por medio de la voluntad) agota a la persona y hace inútil la cruz de Cristo (aspecto más negativo de este modelo)
2. Segundo modelo formativo: de la autorrealización
La reacción derivada del modelo de la perfección, siguiendo su misma dinámica, es el modelo de la autorrealización. (posterior al Concilio de Vaticano II). El individuo pone su identidad en sus dones y cualidades personales (físicas, psicológicas y morales): “Yo soy el autor de mí mismo”. Mi identidad habita en mis capacidades, presumiéndose autor de mis realizaciones. Así se vuelve como objetivo primero de la vida, realizar las propias capacidades, y sólo se vive para ello y hay una necesidad de ser reconocido por las propias capacidades y dones. “Valgo en cuanto me realizo”. Las capacidades se vuelven garantía de la valoración de sí mismo. “Soy positivo, porque poseo dones.”
Equívocos del modelo:
“Yo al comienzo, yo al medio y yo al final”. Considerar la autorrealización como condición para ser feliz. La autorrealización en sí no es negativa, pero cuando el talento se convierte en punto de referencia para mi realización, se convierte en límite de la vida (importancia extraordinaria en los talentos), y la identidad se reduce a los resultados positivos. Así la vocación será determinada por los talentos, y la pregunta vocacional se queda e el “¿Seré capaz?”
María es libre de este modelo de autorrealización, porque ella va más allá del talento y de la capacidad humana. Cuando el talento es el punto de referencia de mi identidad, no seré libre de elegir frente a un proyecto que vaya más allá de la capacidad humana. El talento se vuelve límite y esclavizante. No se puede elegir algo nuevo y riesgoso que traspase mis capacidades. La persona humilde puede correr riesgos y puede tolerar el fracaso.
Aspectos positivos
- Recuperación de la centralidad del sujeto, frente a la concepción pasiva del individuo perdido en el grupo homologante. Recuperar el sentido de la iniciativa del sujeto.
- Relación más equilibrada entre naturaleza y gracia; entre los dones del Espíritu y la naturaleza humana.
- Atención a temas psicológicos importantes: la identidad, la estima personal y la autorrealización (esta última es ambigua cuando se vuelve egoísta e individualista).
- Valoración de la propia humanidad y el gusto por la vida. Valorar mi aporte subjetivo.
Tres niveles de construcción de la autoidentidad en el modelo de la autorrealización:
a) Fisiológico – somático:
Momento obvio de la autoidentificación con el propio cuerpo. Identificación elemental, donde se reconoce un cuerpo distinto que el de la madre. Pero el sentido de sí mismo no puede quedar sólo en el cuerpo; y que el cuerpo sea identificador de sí mismo. Aquí se produce una intolerancia a defectos estéticos y enfermedades. Una preocupación excesiva por la estética corporal (exceso de atención en el parecer exterior).
b) Psíquico
La persona pone atención en lo que tiene y en su esfuerzo y capacidad para lograr las cosas. El hombre realiza su originalidad y creatividad, pero con una visión errada del hombre. Consiente de sus capacidades, sintiéndose responsable de lo que es, como fruto de su voluntad (se identifica con sus talentos). Su identidad asume la forma de sus capacidades. Así las capacidades se vuelven un límite de la realización, ya que se decide sobre la base del criterio de la capacidad. Esto es mortificante de las propias aspiraciones, porque se vuelve imposible elegir algo que va más allá de lo que estoy seguro que sí puedo hacer. No se arriesga la propia imagen, no se hacen cosas nuevas. Repite sus propias capacidades.
Se hace dependiente del rol, se vuelve inamovible de una determinada función o un determinado lugar. Imposibilidad de sacrificar (“momentáneamente) la realización de algunas capacidades. Se termina convirtiendo en un funcionario.
Aquí se produce lo que llamamos el sacrificio del Hijo que llevamos dentro, a lo que el corazón se agarra como garantía y signo de la propia amabilidad. El hijo son las cosas, lugares, cualidades, gratificaciones, etc. Dios pide que se le de la prioridad afectiva y efectiva, es decir que cada uno deje de considerarse como fruto de sí mismo. Cuando Dios pide el sacrificio del hijo (fuente de la identidad), pide no considerarse hijo de los propios hijos (personas que hacen depender su estima de lo que producen), porque esto es innatural: hijo de sus resultados (es una relación objetual).
Del modo contrario, Dios es la garantía de mi amabilidad. El sacrificio de mis dones, es clarificar la paternidad de Dios y afirmar que Él es la fuente de mi positividad. El sacrificio del Abraham es que “Dios vale más que la Vida”. El modelo de la autorrealización se olvida de esto, se olvida de la paternidad de Dios, porque uno se enamora de sus propios talentos.
En este modelo, el sujeto se ve condenado al logro y al éxito. La dependencia del rol, hace entrar en la ética del rol , que es inmoral porque juzga al sujeto por lo que hace y sus resultados visibles. Así el sujeto se aferra a las situaciones donde él se muestra. La sobre vivencia del yo depende de la prestación social y depende de la motivación impura de la búsqueda del éxito. El sujeto se transforma en su éxito.
Este sujeto necesita reconocer sus talentos y ser reconocido en ellos por los otros. Los otros se convierten en jueces del servicio; y el sujeto se adecua a las expectativas de los otros. Ha vendido su alma a los numerosos jueces que lo rodean. Se pasa la vida “mendigando” estima. Mendigando lo que anteriormente poseía abundantemente. Tal dependencia de los demás y de los resultados, puede enturbiar el anuncio del Reino. En vez de anunciar el Reino, se anuncia a sí mismo (ambigüedad del anuncio del mensaje del Reino). Esta persona será eficiente en la búsqueda de éxito, pero ineficaz en el anuncio del Reino, porque la ambigüedad de su motivación debilita la eficacia del anuncio. Esta es la “absurda ética del rol”, que se caracteriza por desarrollar las capacidades cotizadas socialmente. Querer agradar a los demás, produce un empobrecimiento de las propias capacidades. Hay un radical temor al fracaso, al no responder a las expectativas, con la consecuente depresión (tímido) o rabia (fanfarrón). El fracaso es parte normal de la vida del cristiano.
Desde el punto de vista moral, se produce la incapacidad de aceptar el pecado, porque éste sería un fracaso más. La santidad se convierte en un resultado de la virtud y del esfuerzo personal, y no un don de Dios. El pecado se hace frustrante, pudiendo llegar al sentido de culpa en vez de la conciencia de pecado fruto de la reflexión teológica. La culpa es resultado de un orgullo herido y no del dolor sincero por el daño producido. La consecuencia final es el complejo de inferioridad, porque nadie tiene todas las cualidades. Una cualidad no es suficiente, y se vuelve una búsqueda insaciable.
La autorrealización no es el objetivo inmediato, sino “la consecuencia preter (más allá) intencional de una intencionalidad trascendente de vida”. Consecuencia de una persona que sale fuera de sí.
El modelo de la autorrealización aún permanece vigente. Posee un notable poder de atracción, sostenido por una cultura que favorece el subjetivismo individualista. Es muy sutil el límite entre el reconocer los dones que Dios nos da para la construcción del Reino, y no como objetivo de la realización personal (punto final de la realización de la persona). Esta es la ambigüedad de la autorrealización. Este modelo es arcaico, porque expresa el hombre primitivo, ya que manifiesta un narcisismo infantil y elemental. Es íntimamente contradictorio porque no puede cumplir las promesas que ha hecho.
La plena realización de Jesús (que integra y da sentido) se da en la cruz, en aquel momento en que el Padre glorifica al Hijo. La cruz indica un camino de realización. El sentido pedagógico de la cruz es una metodología de la realización antropológica: la kénosis y el ensalzamiento.
c) Ontológico
3. Tercer modelo formativo: de la autoaceptación.
Es un modelo más realista que los anteriores. Autoaceptación significa una buena relación con Dios. El término autoaceptación es tomado de la sicología y es mirarse con los ojos de benevolencia:: “amarse a sí mismo”, sin la autocondena del modelo de la perfección, ni el furor narcisista del modelo de la auto realización.
En muchos casos, las terapias psicológicas terminan con la estrategia de la autoaceptación (descubrir el origen de los problemas). Pero la autoaceptación indica todo y nada, porque significa quedarse con el mismo problema, sin dar una posibilidad concreta para manejarlo. La autoaceptación es importantísima como una etapa parcial del camino, pero no puede ser considerada como la etapa final.
Según este modelo, se reconoce la parte negativa del yo actual al nombrar las propias esclavitudes e inmadureces. Reconocer cómo se llama mi vulnerabilidad, mi pecado, mi flaqueza, mi propia falta de madurez. Una persona no puede ser admitida a los votos ni a las órdenes si no se conoce y si no reconoce cómo trabajar (la metodología) su inmadurez. Es necesario conocer el conflicto central o el defecto dominante y el camino para trabajarlo. Parte del trabajo formativo es dar nombre a la vulnerabilidad, para aquí descubrir la misericordia de Dios. El conocimiento de sí mismo es la condición inicial para el camino de formación.
El modelo de la autoaceptación tiene el mérito de identificar el vulnerable que hay dentro de mí. Este es el momento de nacimiento de la persona, al identificar el lugar donde impedimos la acción de la gracia. Es importante nombrar y clarificar mi vulnerabilidad.
Lo primero que hay que hacer es reconocer la inconsistencia cerrada a la acción de la gracia., cerrada a la intervención del Espíritu. Que empezó a cerrarse muy tempranamente en la vida, y quizás sin que nosotros seamos totalmente responsables de ello; pero sí responsables de la actitud que asumimos hoy frente a estas realidades imperfectas.
Este descubrir mi inconsistencia es un proceso de educación permanente, donde cada día de mi vida tengo que encontrar lo que me hace menos libre. El examen de conciencia, es practicar un método de vigilancia, para descubrir lo que me quita libertad. Lo segundo es tenerlas bajo control, y lo tercero es que no sean negativas para los otros, que no produzcan daño. La aceptación es una realidad activa y responsable. La inmadurez no es pecado teológicamente hablando, ni patología desde el punto de vista psicológico, pero si es una falta de libertad que me cierra a la acción del Espíritu.
El estado de vulnerabilidad frente a la Palabra de Dios, es la purificación de los obstáculos internos que impiden dejarme leer por la Palabra de Dios. Las consistencias, desde la aceptación se vuelven el punto fuerte de libertad que permiten conocer y reconocer las inconsistencias. Identificar la parte positiva es un camino para descubrir las inconsistencias. Aquí la libertad es la capacidad de escuchar la voz de Dios como aquella voz donde se esconde el misterio de mi ser (mi nombre, el sentido de mi vida, el contenedor que revela la verdad y la belleza de mi vida). Los obstáculos de la libertad, significan una cierta imposibilidad de escuchar. La falta de libertad no es algo intencional, sino que en este contexto es algo que no se percibe, quedando fuera de la intencionalidad de la persona. Por eso es importante descubrir este obstáculo, para ganar en libertad.
Hay distintos tipos de disturbios o problemas:
- De naturaleza psiquiátrica: pérdida del contacto con la realidad (psicótico o neurótico).
- De desarrollo: en el desarrollo hay algunas fases que pueden ser no completamente superados. Por ejemplo el fenómeno de la fijación, donde la persona se vuelve a una fase de su desarrollo que resulta ser más gratificante que la fase que cronológicamente está viviendo.
- De Inconsistencia vocacional: aquí están las dificultades que hemos visto, donde la libertad no es plena porque los obstáculos no son concientes.
- De virtud y santidad: área en que la persona es libre y responsable (santidad – pecado)
¿Qué hacer cuando se vuelve central este tipo de modelo?
Lo primero es reconocer las zonas de la persona cerradas a la acción del Espíritu (concientes o inconscientes). Descubrir esta realidad, y dar la posibilidad de trabajarlas, sin negarlas ni reprimirlas. Cuanto más precisa sea la identificación de la debilidad, más eficiente es el modo de trabajarla (Invitar a escribir y comprometerse con palabras precisas; palabras que digan claramente quién soy yo).
Luego experimentar una verdadera aceptación de sí mismo. Esto no pretende eliminar la negatividad, sino que al contrario, es una condición realística de la propia inmadurez. Acentúa el reconocer en los propios límites, la finitud propia del ser humano, signo de la finitud existencial. Mi yo también habita en mi límite. Aceptar el hecho de que soy creatura y no el Creador. Reconocerse como creatura, es aceptar que hay cosas en mi vida que no puedo modificar. El límite es lo que nos permite ponernos de rodilla frente a la misericordia de Dios. Considerar mis límites, me hace un hombre de oración. También me permite vivir con los límites de los otros, sin escandalizarme ni sentirme superior, ni volverme rígido. Sin embargo, además de aceptarse y reconocer, también hay que luchar, sin la pretensión de erradicarlo completamente.
Riesgos y contradicciones del modelo de la autoaceptación.
Un riesgo es que la aceptación termine concluyendo con un tácito y práctico consenso con la propia negatividad. La Egosintonía se da en una persona que asume una actitud ante su propia inmadurez, quedándose en la pasividad del “Dios me ama así”. Esto limita la libertad de la conciencia y el problema se vuelve inmodificable, porque la persona no siente la necesidad de cambiar. Hay una progresiva autojustificación de la propia inconsistencia, con una pérdida de la conciencia penitenciaria. Al contrario, el “hombre adulto”, es el hombre pecador, que ha experimentado la misericordia de Dios. Aquel hombre que tiene conciencia de pecado (no de culpa) y de la misericordia de Dios. La autoaceptación como egosintonía, puede impedir vivir la conciencia de pecado, volviéndose neutro frente al pecado. Esta es la cultura en que vivimos, con una indiferencia ética, que lo acepta todo, que no distingue el mal del bien, que se ríe del sacrificio y la lucha contra un hábito para corregirse.
Es el modelo del “Equilibrio Homeostático Freudiano” o esquema “diente de sierra”, donde según Freud, la líbido es educada de manera que cuando hay un impulso de tensión, en el momento que se vuelve no soportable, se disminuye la tensión. La reducción de tensión como un hábito, se llega a un punto de calma llamado thanatos o muerte. (absoluta reducción de la tensión por la absolutización del placer). Thanatos también significa la disminución de la capacidad de gratificación, volviéndose dependiente de la gratificación, haciendo necesario el aumento de ésta. (Cuanto más uno hace lo que le agrada, menos le agrada).
Esta es la cultura de muerte, porque muere el deseo de vivir y de desear las grandes cosas; muere la capacidad de renunciar que determina la capacidad de desear. Este es el estilo de vida, en que la persona concede la gratificación constante (habitual) de los instintos, para eliminar la tensión, lo que termina con la muerte psíquica que reduce la tensión vital. Cada tensión en sí misma contiene un deseo de Dios. Gratificarla inmediatamente es suprimirla. Hay que enfrentarla, confrontarla. Cada impulso, cada deseo, cada tentación contiene dentro de sí, el deseo de Dios. Por eso no hay que eliminar la tensión que produce, sino que hay que enfrentarla para no caer en un estilo que repite la gratificación, que bloquea e impide abrirse a un horizonte nuevo (egosintonía).
La Egosintonía se vuelve egoalienante cuando la persona es conciente que esta debilidad no corresponde al yo ideal, y hay poca motivación para cambiar la actitud. La inmovilidad psicológica y espiritual considera lícito o no grave una forma determinada de actuar. Así este modelo desencadena un proceso mental (consiente o inconsciente) que va sutilmente a condicionar la conciencia, considerando como lícito la inconsistencia de la persona. La consecuencia de esto es la mediocridad, porque reafirma y tranquiliza a la persona. No provoca ni pone en crisis, cerrando cualquier camino de avance, bloqueando la conversión. Convence a la persona que no puede hacer más, contentándose como es. En este modelo, no hay motivación para cambiar y se hace inmodificable cualquier inconsistencia (egosintonía). Esto ocurre cuando la autoaceptación se vuelve meta y se confunde con falsa humildad. Puede cambiar, solamente aquella persona que encuentra motivos para cambiar. La auténtica autoaceptación es sólo una etapa del camino...
4. Cuarto modelo formativo: de la INTEGRACIÓN
Es el modelo más apto para un camino formativo, ya que utiliza los últimos avances de las ciencias humanas, y resalta el carácter medio de la autoaceptación. Integra la teología y la psicología contemporánea. La imagen es la de un círculo o movimiento concéntrico, que integra la realidad en torno a un punto central..
Un centro que no sea él mismo porque eso es narcisista; sino un centro que puede englobar e integrar consistencias e inconsistencias. La vida es un misterio, donde se juntan al mismo tiempo, dos polaridades contrapuestas (luz – tiniebla, santidad – pecado, conciente – inconsciente) Este punto central comprende al ser humano en su complejidad integradora de polaridades. Es un punto fuerte porque es la síntesis de estas polaridades. Misterio, desde este punto de vista, no es oscuridad (a la racionalidad), sino al contrario: exceso de luz. El misterio es impenetrable porque es excesivamente luminoso.[4]
El camino formativo significa encontrar este misterio que le da sentido a la santidad y a la inconsistencia de los límites. Es contrario al modelo exclusivo de la perfección, porque el modelo de la integración es inclusivo, en la medida que es un dinamismo que se hace conciente de sus inconsistencias, reconociendo que cada realidad es importante. Al ser inclusivo le da sentido a todo. Un centro de la vida que no puede ser solamente el yo de la persona, porque el yo no puede darle sentido a todo. En el modelo de la autoaceptación la mínima medida de mí, no puede dar sentido, porque no me hace capaz de tender a un ideal superior a mis fuerzas.
Integrar es un fenómeno complejo que significa: completar, dar cumplimiento, atraer, perfeccionar, crear unidad en torno a un eje central, unificar, corregir, orientar, aclarar, dotar de sentido, vitalizar, calentar, reforzar, sanar, fomentar, etc. Es un dinamismo cuestionante y estructurante de la complejidad del ser humano. La integración trata de partir de un centro vivo capaz de conectar polaridades “aparentemente” contrapuestas; centro vivo que reconoce su yo y lo que está llamado a ser. Un centro vivo que palpita, donde se encuentra el misterio de mi ser y donde habita mi identidad y lo que da sentido a mi vida: Jesús es el centro de vida, que le da sentido a toda mi vida.
Partir de un centro vivo, es propio del modelo de la integración, y se reconoce en este centro vital, la posibilidad de recoger todos los impulsos vitales:
Misterio – logos - inteligencia: Da sentido.
Drama - pathos - voluntad :Vida humana dramática que elige continuamente.
Pasión - eros - corazón: Amor, la posibilidad de vivir la vida impulsiva al máximo.
Formación que permite vivir al máximo la necesidad de sentido (logos), de elección dramática (pathos) y de vivir plenamente los instintos (eros). Estas dimensiones, corren el riesgo de perderse con la consecuencia de tener jóvenes vanales y superficiales:
1) Sin logos: Jóvenes superficiales, sin deseos de búsqueda, sin misterio, sin capacidad de reflexión.
2) Sin pathos: Jóvenes inseguros, sin capacidad de optar, sin compromiso, , sin drama de elegir, sin voluntad
3) Sin eros: Jóvenes sin pasión, sin gusto por la belleza, incapaces de enamorarse, de conmoverse y de entregarse
Así la máxima expresión de la integración son:
1) Misterio – Logos: Contemplación.
2) Drama – Pathos: Martirio.
3) Pasión – Eros: Enamorarse.
El hombre tiene necesidad de tener un punto central, que en este modelo es el misterio de la cruz de Cristo (misterio pascual de Jesús):
- Acoge todo : No excluye nada. Todo puede ser acogido, porque todo es transformado.
- Atribuye sentido: Puede dar sentido a todo. Da sentido a toda opción vocacional, dando sentido a lo que soy y a lo que estoy llamado a ser; puede transformar el mal en bien; el absurdo se hace lógico; la muerte se transforma en vida. Lo absurdo de la cruz, da sentido a lo más absurdo. El hecho más absurdo de la historia se ha transformado en mediación de salvación, donde aún lo más absurdo puede llenarse de sentido y amor. La cruz ha penetrado el sin sentido y lo ha llenado de sentido.
- Da la certeza de ser amado y de ser capaz de amar: nada como la cruz da la responsabilidad en el Amor. El máximo signo del amor de Dios, es que nos ha hecho capaces de un amor divino. Dios nos ha amado, hasta tal punto, que nos hace capaces de amar con un corazón divino. El amor de Dios, es un amor activo, haciéndonos responsables de este amor (motivación de la cruz). Nada como la cruz es tan pacificante y responsabilizante al mismo tiempo. El auténtico sentido en la experiencia de Dios, no lo encontramos en la Biblia, porque esta experiencia de Dios, es moderna. En la Biblia, es Dios que busca al hombre, es Dios quien tiene experiencia de hombre. Hacer experiencia de Dios, más allá de la experiencia “Dios me ama”, da la responsabilidad de amar como Dios me ha amado, no en medida humana sino en medida divina. Expresar el amor de Dios es el momento del amor activo, la celebración del amor recibido. Amar con el corazón de Dios, es un drama (pathos), porque cada decisión en la vida, puede escoger la expresión del don divino: donar la vida (expresión natural de la cruz de Cristo). Amor recibido que tiende naturalmente a ser amor donado. Esto sólo se desprende de la lógica de la Cruz de Cristo.
- Centro de la vida: El hombre es un ser que gravita hacia.... Por su condición antropológica necesita encontrar su referencia a... Nadie puede eximirse, porque el centro no se puede encontrar en sí mismo. El creyente opta poner la cruz como centro de la vida, volviéndose excéntrico en Cristo. Esto significa que esta es mi única manera de vivir la verdad.
- Punto de convergencia: donde encontramos la verdad de la vida y de la muerte. La cruz es viviente, porque atribuye sentido a toda la vida. La cruz se vive y se muere, porque el amor recibido, se vuelve amor donado (catequesis de la cruz).
- Estructura: la cruz es modelo concreto de integración. Es una pedagogía, una catequesis.
- Desestructura: la cruz cuestiona
El elemento decisivo en un proyecto de formación, desde la integración, es el descubrimiento de esta clarificación del punto central. Hay que buscar los otros centros, para poner la vida en lo que es digno de estar al centro del ser humano. Clarificación del eje central para descubrir la propia identidad. La cruz de Cristo que sostiene y que se hace modelo de vida. Esta clarificación tiene una doble concentración de operaciones::
- Una operación objetiva: presentar la cruz de Cristo como centro objetivo del cosmos, como punto central. Una identificación objetiva con la cruz. Descubrir el sentido que tiene cada sufrimiento a la luz del sufrimiento de Cristo.
- Una operación subjetiva: Dinamismo de conocimiento progresivo de que en la cruz está el sentido de la vida. Encontrar vitalmente la centralidad de la cruz en mi vida. Apropiación de este sentido objetivo, en la identificación subjetiva con este misterio (sentido en mi vida). “En tu sufrimiento hay un llamado de Cristo”
Desde la psicología, lo que no ha sido integrado, se vuelve desintegrador. En el momento que Jesús carga con nuestros pecados, el pecado se vuelve integrador. La complejidad de la vida, en tu totalidad, tiene elementos desintegradores y dispersantes, cuando estos permanecen fuera de la dinámica de integración (“Lo que no es asumido, no es remido”). La auténtica distensión del cristiano es la coherencia entre el descubrimiento del centro y la vivencia como tal.
La Cruz de Cristo no sólo revela mi identidad, sino también la identidad del otro. Así se nos revela el vínculo que existe entre nosotros y la misma responsabilidad que se desprende de este vínculo. De la cruz se desprende que alguien se ha hecho responsable de mí, y me enseña a ser responsable de mi hermano. Así la cruz es un modo de purificar el individualismo, porque en ella se revela mi identidad, la identidad de mi hermano, la identidad común entre ambos. La cruz me hace responsable de mi hermano, de lo contrario no he conocido el sentido profundo de la cruz.
Características de la CENTRALIDAD de la Cruz como consecuencia formativa y vocacional:
Ámbito formativo
1) Decir la verdad
Capacidad de la Cruz de decir la Verdad de la vida y de la muerte. Una verdad dinámica.
2) Libera del miedo y del poder
Libera de los miedos que llenan nuestra vida: “de no valer” ; “de que nadie nos ame”; “ del miedo a dar la vida”; “del miedo al sufrimiento” . La cruz nos permite reconocer los miedos y nos libera de ellos.
Libera del poder, porque nos permite respetar la libertad del otro. Ayuda a descubrir el plan de Dios para el otro. Nos revela que el verdadero poder es el de Dios Crucificado; un poder que quiere y respeta la alteridad del otro, hasta el punto de dar la vida (no impone al otro su proyecto)
3) El juicio de la Cruz
El examen diario del cristiano frente a la cruz, revela aspectos nuevos de la vida, porque la verdad de la fe es algo dinámico. Es necesario aprender a hacer este ejercicio cotidiano (psicológico – espiritual) de integración de la vida frente a la Cruz, que confiere verdad a todo y a todos. No como una verdad sólo mental, sino en cuanto total, confiando en la palabra de Jesús. Aprender a someter todo cotidianamente al juicio de la cruz, porque sólo la cruz puede juzgar la vida. Sólo la cruz tiene el poder de formar conciencia. Existe libertad de conciencia, pero no existe libertad de la formación de la conciencia. La auténtica libertad de la conciencia es la conciencia pascual que se inspira en la libertad que viene de la cruz de Cristo. Este ejercicio espiritual diario del examen cotidiano significa someter cada cosa (hasta lo que se hace más automático) al juicio de la cruz. Ejercicio que en el tiempo de formación inicial se vuelve esencial para la formación de la conciencia. Aprender a hacer continuamente el examen, es aprender que en cada cosa hay un aspecto de no verdad. Nada como la cruz puede descubrir la no verdad de cada existencia. Por eso la animación vocacional se debe someter al juicio de la cruz, siendo este un ejercicio real, hasta el punto de escribir, para identificar esta parte de no verdad.
4) Responsables por amor (amor recibido – amor donado)
Aprender a motivar la vida a partir del amor. El amor es la única y verdadera motivación de la vida. Por amor y sólo por amor tiene sentido morir aceptando su responsabilidad y consecuencia. Desde aquí se desprende la fidelidad a la Misión, porque sólo la cruz provoca la responsabilidad del amor. El que aprende a poner la cruz al centro de la vida, puede cargar en sus espaldas a su hermano.
Ámbito vocacional
“El camino de la cruz, se vuelve un auténtico camino vocacional.” Para que el Acompañamiento Personal sea capaz de generar vocaciones, requiere un camino de cinco etapas de madurez humana y crecimiento espiritual.
1ª Etapa: Autismo Vocacional
Es la situación de partida. Es permanecer cerrado en absoluto egoísmo (auto administrándose). Sin embargo, es una ilusión porque hay una serie de condicionamientos internos y externos. Nada como la cruz abre a la Auténtica Relación.
2ª Etapa: Ilusión Simbiótica
Unión simbiótica a la madre, como un modo (aunque aún infantil) de salir del autismo. Dios sería el objeto de esta ilusión simbiótica: “Mi Dios”; “Mi mejor amigo”. Establecer una relación con Dios, donde Él siempre está de acuerdo con mi proyecto y mis pensamientos. Aquí se da la idolatría de los sentimientos. Búsqueda de una cálida relación, donde Dios se amolda a mis propias necesidades (todos se gratifican recíprocamente y Dios es uno del grupo). Es la tentación de hacer ameno el crucifijo.
Sin embargo, la cruz es la máxima alteridad entre Dios y el hombre. Máxima divergencia entre Dios y el hombre, que Jesús ha llenado. Esta experiencia de misterio y distancia es fundamental para el crecimiento auténtico de la fe. La verdadera intimidad es fruto de la distancia: Dios es otra cosa, no es inmediatamente alcanzable. El ídolo (deformación de Dios) responde siempre a lo que está a tú disposición. Integración significa esta unión entre el abandono de Dios y la intimidad con él.
3ª Etapa: La Prueba de la Diferenciación
Aquí asume y toma sentido la animación vocacional. La vocación, es reconocer que sus pensamientos no son mis pensamientos. Descubrir la existencia de un proyecto diferente. La vocación es este proyecto diferente de lo que mi pensamiento es capaz de producir. Si no se reconoce esta novedad, algo en la vocación se está muriendo. El proyecto de Dios es cada día nuevo. Un llamado cotidiano, siempre sorprendente: “La vocación es matutina”.
La cruz es un llamado que abre horizontes insospechados y la renuncia a proyectos personales mezquinos. El llamado de Dios a amar a su manera: kénosis – vaciamiento. La búsqueda vocacional es un verdadero vía crucis. La cruz señala el camino de la novedad hacia la verdad.
4ª Etapa: Integración Vocacional
La Cruz se pone al centro de la vida, como punto de referencia para la búsqueda del yo, porque la cruz es dadora de sentido.
La Cruz es gratitud (actitud contemplativa frente al don de la vida recibido), que se vuelve gratuidad (auténtica cuando nace del que descubre que la vida es don y que por lo tanto no hay otra cosa más que dar la vida gratuitamente)
La Cruz es simultáneamente reconfortante: certeza de ser amado, y responsabilizante: certeza de ser capaz de amar. La decisión vocacional, expresa la actitud del Hijo que da la vida voluntariamente, la decisión del Hijo que da la vida y que nadie se la quita. En la contemplación de Cristo Crucificado se inspiran todas la vocaciones.
La Cruz de Cristo es un auténtico criterio de discernimiento. La cruz es un modelo pedagógico.
5ª Etapa: Consolidación
Encontrar la distancia óptima con el objeto. Capacidad de la persona de encontrar su identidad y poder elegir.
Para acompañar un proceso de integración, se requiere una formación permanente, una permanente integración del acompañante a la luz de la Cruz de Cristo.
Tabla II: Modelos de la Formación
Evolución Histórica
Modelo | Objetivo | Modalidad | Aspectos Positivos | Puntos dudosos |
PERFECCIÓN | Conquista personal de santidad | Eliminación de todo lo que se opone a ella | Mucha claridad de método y fines, un cierto rigor | Pretensión poco realística: riesgo de empobrecimiento psíquico |
AUTO REALIZACIÓN | Estima de sí y autoafirmación | Actuación de las dotes y cualidades personales | Sentido de la unicidad y dignidad del yo | Un cierto narcisismo con posibles resultados depresivos |
AUTO ACEPTACIÓN | Acogida de la propia realidad | Conocimiento de sí sin pretensión de eliminar lo negativo | Disminución de la tensión y acogida realística del límite | Mediocridad general sin motivación para cambiar. |
INTEGRACIÓN | Recapitulación de la vida en torno a la cruz | Asunción creyente de la propia realidad | Integridad personal y recuperación de lo negativo | Dificultad para integrar ciertas heridas del pasado |
2. REALIZACIÓN DEL MODELO DE LA INTEGRACIÓN: articulaciones pedagógicas (dinamismos) para orientar, educar, formar y acompañar.
La Trinidad es el auténtico formador. Es el Padre que modela en el joven, los sentimientos del Hijo, a través del Espíritu Santo. Sin embargo, Dios se sirve de mediadores inútiles (ley divina de la mediación humana), siendo éste el sentido teológico de la mediación, donde lo normal es que Dios intervenga con los medios ordinarios.
1) Educar – Educere – “sacar fuera”
El formador, debe ante todo educar, sacar fuera la verdad de la persona. Esto significa ayudar a conocerse a sí mismo (identificar y ayudar a ser más libre). Liberar el contenedor para llenar de un nuevo contenido. Permitir a la persona nacer nuevamente.
El sujeto del educar es la tarea de Dios Padre Creador que saca afuera las cosas del caos. Una imagen bíblica es, “sacar fuera las criaturas de la nada”, para establecer un orden. “Dios Padre, educa a su pueblo, cuando lo saca fuera de la esclavitud de Egipto; y cuando saca fuera el Egipto del corazón de Israel”. Sacar fuera las inconsistencias del corazón. Egipto son los apegos que esclavizan. Dios Padre actúa con mano poderosa y brazo extendido, vinculándolo a él con lazos de ternura y bondad. El Padre corrige (la humildad de corregir) y lleva a la tierra prometida: liberación.
Educar es una expresión del corazón. El educador es un padre, es un continuador de la obra creadora de Dios (que se realiza a lo largo de toda la vida). Educar es fruto de un amor fuerte y tierno. Es una relación personal, porque se saca afuera lo más íntimo. Esto requiere tiempo, paciencia y benevolencia infinita.
Educar es un conjunto de operaciones, no fáciles, en que el educador tiene que formarse. Hay que formar al formador, no se puede improvisar. Una persona puede ser subjetivamente santa, pero esto no significa que por eso sea el más adecuado para formador.
Esta mediación requiere de ciertas operaciones:
1. El formador, ante todo ha de conocerse a sí mismo, sobretodo en aquellos puntos débiles de su personalidad, para evitar que se proyecten en otros.
2. El educador, también debe conocer cómo superar estas debilidades, tenerlas bajo control, es decir que no condicionen la relación con el otro.
3. El educador debe ser capaz de discernir en el otro la presencia de conflictos y falta de madurez, porque estos conflictos no son siempre evidentes. Capacidad de reconocer más allá de lo exterior. Esta capacidad requiere un recorrido anterior de cinco etapas:
a) Los comportamientos
Corresponden al ámbito más visible de la persona. Sobretodo hay que prestar atención a los gestos que se repiten con personas y situaciones diferentes, y que se descubren en su pasado (hábitos ya consolidados). Sobretodo si hay una contradicción entre lo que dice y lo que hace.
Observar las opciones privadas (aunque sean pequeñas), cuando el joven elige libremente se revela lo más importante. Por eso hay jóvenes que prefieren que el superior elija todo. En toda decisión se revela el corazón.
- Poner atención a los gustos y a las preferencias.
- Cómo reacciona ante el éxito y el fracaso.
- Verificar la vida social, las amistades y las personas más lejanas.
- Tomar nota de las reacciones instintivas e impulsivas.
- Lo que manifiesta automáticamente, sin reflexionar.
- Lo que no tiene un sentido moral (concesiones veniales).
- Fijarse en las resistencias al cambio, porque ahí habita la particular verdad de la persona: “donde hay incoherencia entre el valor que se proclama y como se vive...”
b) Las actitudes
Las actitudes son la predisposición habitual a actuar y reaccionar a la vida (patrones de comportamiento). No son las acciones, sino lo anterior, como predisposición. Programas de acción fijos o estables, ya sean concientes o inconscientes, desde donde se derivan los estilos y criterios para elegir. Esta es la ley de la conciencia, que se forma para elegir en las repeticiones, estableciendo la sensibilidad para lo que es bueno o no.
Actitud sincera para juzgar lo que pasa dentro de mí. Una actitud de vida que aprende a mirarse con ojos sinceros. Actitud de descubrir el inconsciente. Conciencia significa una sensibilidad moral, y cada uno tiene la sensibilidad que se merece.
La repetición del gesto, desarrolla una propia sensibilidad, hasta el punto de poder modificar el juicio moral. La actitud se forma progresivamente. Cada uno tiene la sensibilidad que ha desarrollado dentro de sí. Lo que hacemos puede tocar muy fácilmente el juicio moral. Las actitudes como estereotipos para juzgar a los demás (simpatías y antipatías ; atracciones y repulsiones). Un estilo de vida se hace estable y sólido, porque pone raíces en el fondo del sujeto. En este estilo se busca una cierta sensación de gozo, porque descubre su personalidad y su manera de vivir.
Jesús dice en las Bienaventuranzas, no sólo un comportamiento, ya que al resaltar la palabra dichoso, está resaltando la alegría del que realiza ciertos comportamientos, como la actitud y estilo de vida, hasta el punto que descubre su felicidad e identidad.
¿Cuáles son mis actitudes? ¿Qué tiene que pasar en mi vida para que yo sea feliz? ¿Qué estilo de vida, expresa mi identidad?¿Dónde encuentro mi felicidad?
Es importante que el joven y el educador aprendan a escrutar, no sólo los comportamientos, sino también las actitudes. El educador debe aprender a descubrir cómo la sensibilidad moral se ha ido formando en el joven.
c) Los sentimientos
Realidad humana que da color y calor a la vida. Lo que la persona siente en su interior. Es una resonancia emotivo-afectiva con la que el hombre vive su relación con el mundo exterior. Nace como una emoción, que se estabiliza en sentimiento, que cuando implica algo más globalmente se vuelve pasión (moviliza otras estructuras).
En el fondo, el sentimiento es el profundo revelador del yo, de sus apegos y rechazos. Revelador de las motivaciones, las inconsistencias, las autoinhibiciones. Por eso el educador debe clarificar el sentimiento que se está experimentando. Los sentimientos no son pecado ni signo de debilidad.
1º Reconciliarse con lo que siento: ¿qué es lo que he experimentado? Es importantísima la sinceridad. Aquí se juega el coraje de ofrecer todo a Dios. Dentro de uno está la capacidad de experimentar sentimientos negativos. Es importante decirlo, antes de ofrecerlo. Dar nombre a los sentimientos.
2 º ¿Cuánto estoy experimentando? Es importante la cantidad, porque nos permite reconocer cuánto afecta un determinado hecho, y así reconocer ciertas inconsistencias que gastan energía inútilmente. Una cantidad excesiva puede significar una inconsistencia. Reveladora de la entidad del dinamismo inconsciente e inconsistente.
El sentimiento permite escrutar la profundidad de la conciencia. Hay que reconocerlo, para clarificar lo que esconde. No hay que esconderlos, sino acogerlos. El educador debe ser acogedor.
Aquí hay que destacar la diferencia entre sinceridad y verdad. La sinceridad es la capacidad de reconocer los sentimientos: “estos son mis sentimientos”. La verdad: “¿Sentimiento, cuál es tu raíz? ¿qué significa este sentimiento?” El sentimiento es síntoma de algo. Frente a los sentimientos, hay que ponerlos a juicio y descubrir su significado. Por eso, el ejercicio inteligente es reconocer la verdad del sentimiento.
Debemos aprender a recorrer este camino, desde ser sinceros a ser verdaderos con uno mismo. Hay varias clases de sentimientos. Lo normal es que una persona tenga varios tipos de sentimientos, como un signo de la riqueza del ser humano. Hay quienes temen a sus sentimientos: el modelo de la perfección demoniza los sentimientos negativos; pudiéndose convertir en una persona sin emociones, porque elimina los sentimientos y pierde el contacto con la parte más íntima de su ser (analfabetismo emocional). Este es un enorme problema para la vida consagrada. La santidad es una gran pasión convertida, que reconoce y educa los sentimientos, para orientarlos en la dirección del corazón de Cristo. Nada como la oración, puede dar el coraje para reconocer los sentimientos y operar el camino de la sinceridad hacia la verdad. Nada como la oración, puede llevar a transformar y convertir los sentimientos. Todo esto no es idolatría de los sentimientos, no es dejar que ellos nos dominen la vida.
Hay que tener presente los condicionamientos culturales y distinguirlos de la historia personal (subjetividad)
d) Las motivaciones
Sigue a la etapa de identificación de los sentimientos, porque estos son reveladores de las motivaciones. Siempre hay una pluralidad de motivaciones, y los sentimientos son su vía de reconocimiento. La motivación es el factor dinámico (fuerza, energía), direccional, que dirige la acción humana. Captar la orientación general de la vida, pero antes captando la orientación específica de lo que se hace.
Requiere una vigilancia constante, que permita identificar el corazón, lo que está pasando en la existencia ¿por qué - por quién? La motivación es siempre compleja, porque pueden ser varias a la vez. La persona inteligente es capaz de reconocer las diversas raíces motivacionales.
e) Equívoco de fondo
El equívoco de fondo (al centro de la vida): es un error de evaluación que no significa necesariamente pecado. Es un malentendido de la persona, pero determinado a lo largo de la historia, a lo largo de la vida. Como si los ojos estuvieran obstaculizados en la apreciación de la realidad.
¿Cómo se forma? Al comienzo hay una búsqueda de pequeñas y superficiales gratificaciones, en relación a una necesidad psicológica. La persona advierte una cierta carencia o insatisfacción (alguna necesidad psicológica) y buscará pequeñas concesiones (búsqueda de personas, contactos, demanda de atención, etc.) En esta primera fase las concesiones son irrelevantes y de poco peso moral.
Hay una segunda fase de comportamiento ambiguo, que se hace cada vez más proclive a estas concesiones (aún no hay pecado). Esta ambigüedad se extiende lentamente al juicio moral que se hace cada vez más benevolente y comprensivo. Ambigüedad, no sólo moral sino también psicológica, que se expresa como contradicción e incoherencia. Este comportamiento ambiguo, empobrece progresivamente, quita energía, produce cansancio (la coherencia es el elemento más distensivo antropológicamente; el cansancio se produce por la ambigüedad y falta de coherencia). Una pequeña concesión, desde el punto de vista funcional, es una desviación de energía, lo que se traduce en un trabajo contra la persona. Esta segunda fase, produce una debilidad inicial de ciertas convicciones. A estas alturas es posible intervenir el proceso.
Una tercera fase, es de hábito o costumbre. La repetición tiene un alto valor en psicología, porque pone raíces en el corazón. En la medida que las concesiones se repiten, se vuelven un hábito (egosintonía) y se impone a la persona. El hábito significa el comienzo del proceso de pérdida de la libertad (para vivir sin las concesiones). Aquí la renuncia se hace cada vez más difícil. Hay un menor conocimiento de lo que sucede en el corazón. El estilo de vida se hace más ambiguo, habiendo una mayor familiaridad con las gratificaciones que se vuelven normales (egosintonía).
4. El educador debe ser capaz de reconocer los automatismos.
Aquí hay un salto de calidad. Cuando la inteligencia no interviene, las concesiones se vuelven automáticas, anticipando a la decisión consiente de la persona (anticipa la libertad, la responsabilidad). Las concesiones ya no necesitan una decisión conciente. Ahora simplemente se imponen, arrastran y se vuelven cada vez más fuertes. Una atracción que arrastra y se autoimpone a la libertad del sujeto. La persona pierde la capacidad de gozar las gratificaciones, porque estas dejan de ser suficientes. Esto es una agresión a la humanidad, una pérdida de dignidad, porque mientras más se hace lo que a uno le gusta, menos gusta hacerlo. Por consiguiente, la gratificación inicial, tan insignificante, ya no será suficiente y se transformará en una búsqueda de gratificación, ahora sí moralmente importante.
El automatismo condiciona la conciencia moral. Es como un proceso de anestesia o parálisis moral (pérdida de la sensibilidad moral). La conciencia se nublará y el sujeto pierde la capacidad de tomar distancia y pierde la libertad de conciencia.
5. El educador debe reconocer la motivación inconsciente
El proceso se escapa a la conciencia, y la necesidad se hace más fuerte y dueña de su vida (incontrolada y controladora de la vida de la persona). Hasta el punto que se vuelve la motivación radical y general del actuar. Se hace urgente y fuerte. La necesidad ahora es un tirano, se pone al centro de la vida y dirige el comportamiento de la persona, estando siempre presente en las distintas dimensiones de la vida. Se puede volver la motivación primaria, y es aquí donde se habla realmente de inconsistencia, como una fractura que vuelve a la persona dependiente. La inconsistencia como algo central, que disgrega a la persona. Una debilidad, que crea una lucha interior, una pérdida de energía y un empobrecimiento de la persona.
Hay una pérdida de la eficacia evangélica y la persona se vuelve impenetrable a la gracia. La inconsistencia se manifiesta como desintegración de la persona, como una pérdida de energía, que muchas veces se vuelve imperceptible para el sujeto. Poder disgregador de lo afectivo – sexual, del poder, de la autoafirmación y del tener. La vida se complica enormemente, y el apóstol se hace anunciador de su propio caos.
El joven puede percibir los efectos de esta fractura interior en: el nerviosismo, la tensión en las relaciones, la falta de entusiasmo, la falta de creatividad, menos interés por lo espiritual, problemas en la observancia de los votos, un cierto uso de la espiritualidad en clave defensiva (el problema se proyecta en los otros y no en mí: “el problema son los otros y no yo”), etc. Todo puede funcionar como escape.
Por esta razón, hay que estar atentos y vigilar. No sólo se trata de salvar el examen de conciencia, sino de salvar el don de la conciencia que da libertad, ya que lo que uno desconoce de sí mismo, acaba por dominar el corazón. Una conciencia que es examinada por la Cruz de Cristo.
Hay dos áreas estratégicas (muy problemáticas en le desarrollo humano) en el caso de desintegración e incoherencia: Afectivo – sexual y la Identidad y positividad del yo
El área de la afectividad y la sexualidad tiene una centralidad, una omnipresencia en la geografía humana, y por ello problemas que nacen en otras áreas de la personalidad del ser humano (espiritual, autoafirmación, etc), antes o después van a tocar el área afectivo – sexual, expresándose fenomenológicamente de modo afectivo – sexual. Por eso si se quiere resolver el problema de la persona, hay que identificar la causa original.
Por otro lado, es importante que el joven pueda aprender el recorrido y reconocer sus inconsistencias. Pero no basta respuestas generales. Es bueno escribir y dibujar el Árbol Psicodinámico:
- Escribir las raíces de las inconsitencias, en sentido psicogenético (pre – história) y en las etapas (su desarrollo, su historia).
- El tronco, es la necesidad radical que esta inconsistencia trata de gratificar. Sería la linfa de muerte, lo que alimenta la inconsistencia. Es bueno nombrarlo, graficarlo, usar nombres significativos.
- Las consecuencias son las ramas, que normalmente toman cuatro sentidos:
1) ¿Cómo influye en la concepción de mi mismo? (identidad de mi yo)
2) ¿Cómo influye en mi vida espiritual? (concepción de Dios)
3) ¿Cómo influye en mi relación con los demás?
4) ¿Cómo influye en la percepción de la vida... de la memoria... de la vida apostólica... de la vida consagrada...? en cuanto a: selectiva, herida, superficial, desintegradora, parcial, etc.
El joven debe ser motivado a escribir y hacer el examen de conciencia cotidiano, y cada día profundizar en el conocimiento de sí, principalmente frente a los dos focos esenciales del cristiano: la cruz de Cristo y la Palabra del día.
Aquí se produce una transformación, ya que el árbol psicodinámico, se convierte en árbol de vida (al igual que la cruz), al tener la experiencia psicológica y espiritual de enfrentar las inconsistencias con la Cruz de Cristo. Esta es una experiencia particular donde se conocen las inconsistencias y se reconoce que sólo no se puede salir de ellas. Aquí nace el creyente, que en la experiencia de impotencia personal, puede reconocer la potencia de Dios.
La conciencia de la impotencia frente a la cruz, es la maravillosa experiencia del creyente, porque da un nuevo conocimiento de sí mismo y permite la purificación de las distorsiones. Aquí se descubre la intensidad del amor de Dios (su incondicionalidad). No soy yo quien atrae el amor de Dios, sino que Él ha elegido amarme antes de que yo naciera (amor eterno). En la experiencia de la impotencia, cuando las distorsiones se purifican frente a la cruz, uno se vuelve un espacio habitable, porque la impotencia del crucificado, está llena de potencia divina.
Esta misma impotencia, purifica también la distorsión de la imagen de Dios, porque hace sentir la absoluta necesidad de Dios. La impotencia ayuda a rezar, te pone de rodillas frente al Señor. La oración cristiana es siempre penitencial. Nada enseña a orar tanto, como la experiencia de la propia impotencia, porque enseña a reza frente a Cristo crucificado y como Cristo crucificado[5].
Otra purificación, es que la impotencia frente a la cruz, me permite conocer al otro. A partir de la misericordia, que se vive frente a la cruz, es posible percibir al otro en su amabilidad objetiva, más allá de su comportamiento. Percibir al otro, a la luz de este amor incondicionado. Lo que hace verdadero el amor, es el don de la estima del otro. No basta decir: “amar al otro...”. La misericordia es auténtica, cuando estima al otro, cuando reconoce la amabilidad que procede de Dios. Esto se descubre, cuando uno personalmente ha experimentado esta estima frente a la cruz. Con la estima, Dios me hace digno de amor y hace auténtica la misericordia. En el fondo esto es aprender a incorporar las debilidades ajenas, aprender a corresponder mal con bien.
Una ultima purificación que produce la conciencia de impotencia es, liberarse de las irreales expectativas de la propia vida. La impotencia permite “no olvidarse”, lo que corresponde a una memoria sanada y llena de Dios. No olvidarse, hace creyente a la memoria.
Esta pobreza, llena de sentido, es importante porque es ésta la que permite ver la propia impotencia e integrar las inconsecuencias (2 Cor 10... “me gloriaré de mis debilidades”... donde Pablo describe su camino de integración).
Aquí comienza la formación, cuando el equívoco de fondo es transformado en nueva opción de fondo, con nuevas motivaciones, nuevos sentimientos, nuevas actitudes y nuevos comportamientos. Formar es dar una forma nueva, a la luz de la cruz de Cristo. Ahora se pueden proponer contenidos. Se puede formar, gracias al camino recorrido.
2) LA ANIMACIÓN VOCACIONAL
- La animación vocacional como opción de fe (confianza)
Aquí se da una convergencia teológica intrínseca y natural. Fruto del itinerario creyente es la elección vocacional (abandono confiado). La dificultad es que muchas veces la educación de la fe, no genera el coraje de una elección vocacional, porque la fe que no alcanza confianza, no genera la posibilidad de la elección vocacional. La fe debe ser el itinerario a la confianza.
La auténtica elección vocacional cristiana, nace de la confianza y crece en ella. Esta elección no es calculada por las capacidades humanas, sino en la confianza en el otro. Es un riesgo, un desafío que lleva a confiarse siempre más. Nuestra cultura, tiende a asegurarnos. Genera en nosotros un complejo de inferioridad, que se desafía poco (reduccionismo).
Todos somos llamados, porque creemos en un Dios llamante: “Dios llama porque ama”. Si todos somos llamados, todos somos animadores vocacionales. Así nos hacemos llamantes, y le prestamos a Dios , nuestra voz. Pero, ¿Nosotros llamamos a todos? La verdad es que el llamado llega a pocos.
En el año vocacional, estamos llamados a crear una cultura vocacional, para crear en todos este llamado. No tenemos el valor para dirigirla a todos, y finalmente muy pocos son confrontados con este llamado universal.
¿La pastoral de la Iglesia, es vocacional? Ciertamente el Acompañamiento Personal no llega a todos y se reduce a una elite. Sin embargo, “la pastoral vocacional es la vocación de la pastoral”. De los pocos que reciben el llamado, muchos menos responden a éste. Nosotros somos responsables de esta reducción. Por eso, toda la pastoral de la Iglesia, tiene que ser intrínsecamente vocacional, es decir, expresar el llamado de Dios, que debe llegar a cada uno de los creyentes.
- La animación vocacional como mediación teológica
A través de la mediación de la Iglesia, se debería expresar el llamado de Dios:
- Liturgia – oración: liturgia
- Comunión eclesial: koinonía
- El servicio de la caridad: diakonía
- El anuncio del evangelio: martiria
La Iglesia forma a su gente a través de este itinerario, y a través del cual debe expresar una inspiración vocacional (Una Palabra interpelativa). La pregunta que nos debemos hacer es si éstas operaciones pastorales expresan vocación. Porque estas operaciones deberían provocar un compromiso global del sujeto, y el sentir este llamado de Dios. Las vocaciones que no nacen de esta experiencia, pueden ser viciadas en su raíz y de dudosa autenticidad.
- La animación vocacional como mediación pedagógica
En la medida que el creyente continuamente es llamados, según estas operaciones, es posible descubrir el llamado personal (todos son llamados a participar). Una animación inteligentemente vocacional pregunta: ¿Cuál es tu manera personal de vivir tu dimensión litúrgica... comunitaria... servicio... evangelización...? Es una purificación de la fe que obliga a buscar el modo del llamado personal.
- La animación vocacional como Mediación psicológica
Paso que pone atención al aspecto subjetivo. La objetividad precede a la subjetividad (lo contrario es un caos). Lo objetivo es que todos somos llamados (como una ley humana). Hay que rescatar esta precedencia en el Acompañamiento Personal. Antes de entender lo que Dios pide de manera personal, hay que entrar al interior de la lógica de Dios, que es un llamado universal.
[1] El Acompañamiento Personal como mediación, como expresión del Dios que llama, porque ama. Es mediación formativa de la libertad.
[2] Filipenses 2, 5-11
[3] Aunque en la filosofía tomista la relación es un accidente
[4] El enigma es tenebroso; en cambio el misterio es cálido, luminoso, amigo del hombre, se deja descubrir por el ser humano.
[5] Orar, es estar frente a la verdad de Dios, que evoca mi verdad. Me permite reconocer mi debilidad, porque sé que Él me ama.